Con enorme orgullo, adjunto la reseña que el catedrático de la Universidad de León y gran erudito, José Mª Balcells, ha escrito sobre mi novela, El club del tigre blanco.
Se trata de un análisis concienzudo y perspicaz sobre la historia que se narra, en la que se definen sus resortes.
Puedo decir que Balcells se ha sumergido en mi obra hasta rozar sus motivaciones últimas, ese fondo cenagoso pero travieso que ha alentado su escritura.
La publicación de la reseña ha visto la luz en la prestigiosa revista Cuadernos de ALDEEU, un medio perteneciente a ALDEEU (Asociación de Licenciados y Doctores Españoles en Estados Unidos). Todo un lujo que celebro desde este blog.
La vida es un juego y por eso, como todo el mundo sabe, unos ganan y otros pierden. Eso es precisamente lo que pasa en El club del tigre blanco, solo que en mi historia, como mando yo, las tornas se giran del modo más imprevisible. Y hasta ahí puedo contar…
“2020 fue el año del debut de la escritora Dolors Fernández (Barcelona, 1968) como novelista, pues con anterioridad solo había ejercitado su pluma, en catalán y en español, en quehaceres tales como la confección de relatos y de poemas. La primera de sus obras poéticas, Mi corazón mordido por tus labios, había sido publicada en fechas recientes, en 2017. Ambos libros, el de poesía y la novela, han aparecido en sendas editoriales de modestos recursos y de escasa incidencia mediática, La Marca Negra ediciones, y Gaspar & Rimbau Editorial, respectivamente. Pero esa circunstancia nada significa en términos de intrínseca valoración literaria, que ya adelanto que merece nota alta. Sí dice mucho a favor del entusiasmo y por supuesto de la osadía socio-cultural por parte de ambas editoras en un mercado con dinámicas a veces tan hostiles para poner a disposición del público lector títulos de una debutante. Una debutante que, en su estreno como novelista, presenta credenciales competentes y ambiciosas de escritora en las vertientes de estilo, constructiva, ficcional y perspectivística, porque El club del tigre blanco es obra muy meritoria en esos aspectos y revela el logrado esfuerzo puesto en su elaboración.
En referencia al lenguaje del relato, Dolors Fernández demuestra con creces que el idioma español apenas reserva secretos para ella. Lo domina de manera admirable, lo que acreditan los diferentes registros tan variados de los que se vale. Entre ellos destacan las expresiones coloquiales, hampescas y acanalladas, las impostaciones de eróticas sexuales de pelaje multiforme, de místicas espiritualistas, con el ingrediente añadido a veces de onomatopeyas, y de mayúsculas enfáticas. En dichas prácticas idiomáticas suele asomar una visión lúdica y divertida que atrae por su gracejo, cuando no por su sorna.
Las modulaciones discursivas que en el libro concurren son diversas, siendo los monólogos en primera persona las predominantes, y ciertamente singulares las inclusiones de una leyenda apócrifa, de textos en forma de carta, y de apuntes de un narrador que, escritos entre paréntesis y en letra cursiva, hacen funciones que recuerdan a las que se incrustan en las piezas teatrales. La escritura progresa con ritmo muy ágil, en ocasiones con zigzagueos bien conseguidos, y por momentos nerviosos y hasta febriles. El transcurso del relato se acompasa con frecuentes factores sorpresivos que constituyen un acicate para que los lectores avancen por las páginas de El club del tigre blanco con un vivo interés que va subiendo de punto y que no decae hasta el término de la obra.
La estrategia de estructuración novelística resulta también plausible. Desarrollada la novela a base de secciones que se centran sucesivamente en diferentes personajes situados en contextos distintos, aunque pivotan en torno a la ciudad de Bangkok, la trama los reunirá al final del libro. Merced a esta fórmula, ciertamente inveterada, se manifiesta en el relato una configuración circular que encapsula, que ata y que redondea desde su ángulo compositivo el andamiaje que se ha ido construyendo en seis capítulos más un epílogo.
El club del tigre blanco es una novela coral. Ninguno de sus principales personajes la protagoniza en exclusiva, sino que puede decirse que la co-protagonizan. Dos son mujeres, la española Azucena Cifuentes, de cabeza atrabiliaria, y la seductora tailandesa Pakpao. Los actantes masculinos más destacados los representan el energúmeno proxeneta El Fantasma de la Ópera y Pip, un muchacho al que se desarraigó de niño de los manglares y arrozales para ser llevado a estudiar a la Escuela Cristiana de los Evangelizadores Trinitarios de Bangkok, donde acabará engolfado. En un segundo plano figuran Graham, un misionero británico, el mafioso Crocodile Bang, una especie de señor de la noche y sus antros en Bangkok, el badajocense Virgilio, muy poco avispado, y un gurú de una secta asiática, Chimery el Reluciente. Hay otros con alguna relevancia también, así el abuelo aldeano de Pip, los gemelos chinos, y el violento clan de los malayos.
Tocante a los escenarios en los que se inscriben los sucesos y acciones, son mayormente tailandeses, no sin que tengan asimismo un gran peso específico los emplazados en tierra española. Ese par de horizontes eran de rigor en un tejido novelesco en el que resulta determinante un viaje a Tailandia realizado por Azucena Cifuentes, el cual va a ser la excusa para enmarcar el nudo argumentativo de El club del tigre blanco en Bangkok, con ramificaciones en la selva, y en Ko Tao, isla que se erige en el Mar de la China meridional. A propósito de este último emplazamiento, la autora añade a su obra una nota posterior donde señala que pretendió poner énfasis especial en esa localización, y por supuesto que lo consigue. Debo subrayarlo porque en esa zona se despliega lo que acaece, y resulta muy interesante, con precedencia al epílogo de la novela, unas páginas en las que se trenzan los espacios españoles y tailandeses en los que acaba desenvolviéndose el negocio de afrodisíacos que es uno de los hilos conductores de la trama.
Concurren varios subgéneros narrativos en El club del tigre blanco. La obra es encuadrable en la literatura de viajes, y conlleva componentes de novela de aventuras, de relato hampesco, ciertos factores de intriga, y raudales de novela erótica, venciéndose hasta rozar lo pornográfico en algún episodio muy puntual. El erotismo es ofrecido en una muy amplia gama de opciones que van desde meros juegos de seducción hasta el decantado criminoso y el que pudiera considerarse de parodia mística. La clave erótica es la que se hace visible en la orientación semántica que figura en la ilustración ofrecida en la portada del libro.
Uno de los rasgos más remarcables exhibidos por Dolors Fernández es su gran capacidad para la impostación de personajes tan dispares como los que aparecen en su novela. Hay dos factores de sus hablas respectivas que, sin embargo, los emparejan, acaso como reflejo instintivo de la inclinación lúdica que empapa el libro. Aludo primeramente a la ironía con la que acostumbran a expresarse, con más o menos insistencia, quienes toman la palabra. Y aludo en segundo lugar a la forma como se ven a sí mismos al hacerlo, porque en no pocas oportunidades desvalorizan su propia idiosincrasia o se retratan desde la comicidad al auto representarse en situaciones ridículas, caricaturales, incluso esperpénticas y de trazo casi valleinclaniano.
En El club del tigre blanco hay páginas sin duda memorables. Si me propusiesen que me decantase por algunas, elegiría aquellas en las que Papkao cuenta sus avatares en el mundo prostibulario contándoselos a Pip, su hijo muerto, cuyo progenitor había sido el misionero Graham. En esa fase del relato, titulada “Mariposas de la Luz”, la novela alcanza momentos de apoteosis en los pasos que llevan a este personaje a alcanzar la categoría de sacerdotisa de la secta de los Seguidores de la Luz de Himmapán. Ese episodio, que sucede en Ko Tao, también llamada Isla de la muerte, estuvo precedido de unas escenas de voltaico erotismo sexual que se encargan de contrapuntear un misticismo lumínico posterior susceptible de leerse como farsesco.
José Mª Balcells