Urracas tendidas al sol

urraca

Un vehículo surca a la carrera
el asfalto y la ciudad
bajo la mirada atenta
de urracas tendidas al sol.
Son solo aves esbeltas
bajo un domingo al mediodía,
erguidas sobre cables de alta tensión.

Antiguas y sabias,
desechan el letargo del fin de semana,
la indolencia de los hombres,
manteniendo el blanco y negro
en perfecta línea recta.

Son aves que sujetan,
como pinzas incorruptibles,
el andamiaje de la mañana,
como si orearan al viento trapos sucios.
Un sueño de ropa blanca bajo rayos ejecutores
de algún venerable dios.

Ellas sí, en un acto de valor,
parecen restituir a la vida
la limpieza de los días diáfanos,
en un alarde de belleza.

La transparencia de las ventanillas
las acaba dejando atrás
y las bendice con el hisopo
del tubo de escape.

Desaparece la nostalgia
mientras miramos al frente:
tan solo un gris hollado
un millón de veces
entre líneas continuas vertidas en paralelo,
que convergen , pese a todo,
en el infinito inexistente del cero.

Displicentes, son ellas, funambulistas,
las que sujetan el cielo,
imantado de tragedia y desamor.