−Arderás en la noche más larga, en la hoguera de San Juan.
−¿No me digas? −respondió, con suspicacia, sin darse por aludida.
−Te digo, porque el verbo fue lo primero.
−No, lo primero fue la luz, la gran bombilla universal. −Y su boca abierta pareció querer alumbrar todo el orbe.
−Pues eso.
Aquella noche una vieja careta de cartón, desechada como un trasto inútil, no paró de gesticular mientras ardía durante la noche más larga. La hoguera se alzaba como la cumbre más deseada. Abajo, cientos de ojos miraban cómo crepitaba en las alturas el mundo.
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El canario
Se oyeron dos golpes más. A lo largo de la mañana había ido sucediendo a intervalos de 10 minutos más o menos. Sin embargo, el aluvión de lectores le había distraído y no le permitía concentrar su atención en la procedencia del sonido. Había vendido bastantes libros, eso significaba cientos de firmas con dedicatoria.
-Toc, toc, toc; toooc, toooc, toooc; toc, toc, toc.
Volvía a oírlos. Sin duda sonaban muy cerca. Eran tres golpes rítmicos con trasfondo metálico. Curiosa ironía. Llevaba toda la mañana en el estand con los libros de Abelardo Nosferatu, su seudónimo como escritor de novelas de terror y ahora empezaba a sentir una extraña inquietud. Seguir leyendo El canario
Un crimen perfecto
-Dicho sea entre nosotros ese asunto hubiera habido que liquidarlo de una forma más precisa –el editor profirió estas palabras y levantó la vista del cómic-. Hay flecos sueltos –añadió.
El joven esperaba aquella cita desde hacía tiempo. Estaba seguro de su talento. Solo necesitaba una oportunidad.
-¿Por qué? –preguntó el joven, sorprendido -. Es un robo perfecto, sin testigos. Una burla a la ley y el orden.
-No creo. ¿Y el hijo minusválido? –inquirió el editor.
-Fuera, con sus padres.
-¿Seguro? Debiste liquidarlo –recalcó el editor, sombríamente.
-¿Cómo? ¡Si no estaba!
-Mira. –Y el editor señaló el último dibujo.- Avisó a la policía.
-¡Dios mío! –exclamó el dibujante al mirar fijamente la flamante casa con jardín y piscina. En ese momento advertía que un cuerpo sin vida flotaba en el agua. Era el hijo minusválido. Parecía haberse ahogado al huir mientras un coche de policía se acercaba a toda prisa al escenario del crimen.
-Ahora sí es un crimen perfecto –sentenció el editor.
Madame Guillotine
“En un lugar de Francia, de cuyo nombre no quiero acordarme, hace mucho tiempo que vivió un hombre cruel, afecto a los discursos, miope y con la testa coronada por una absurda peluca blanca. Burgués de nacimiento e hijo de jurista, el apellido de la familia era Robesbierre, aunque sus amigos le llamasen Maximilien.” Seguir leyendo Madame Guillotine
Robespierre
A pesar de haber acabado la novela hacía ya tiempo, Javier –su autor- no dejaba de volver a ella constantemente. Sentía que no podía abandonar el manuscrito sin más. Pese a no reconocerlo, quizás estuviera destinado a dormir el sueño de los justos en cualquier librería de mala muerte. De ahí, probablemente, su resistencia. Seguir leyendo Robespierre