Sensaciones de cualquier mañana en Barcelona:
luz y colores a discreción insuflando vida
a los transeúntes y a los vehículos,
incesantes como Sísifo.
La vida, una ecuación irresoluble
de ciclos eternos sin más razón que existir.
Incondicionalmente
me he ligado al nudo de la incertidumbre
en una ciudad malherida.
La adoro y la padezco,
amor imposible, vendido al mejor postor.
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Retales
Mojar el alma con las gotas rezagadas del día de ayer.
Ver el arcoíris reflejado en cada comisura de mi cuerpo
y dejar a la tenaza de la vida
rematando los retales incorpóreos del dolor.
Un corte de mangas tenaz.
Caer y dormir.
No más pasos en falso
que conviertan las aristas en cantos rodados.
Lejos, muy lejos.
Más allá del río mojaré mi boca con el agua fresca.
Al fondo, escondida, se verá mi cueva,
mi amada Barcelona hecha de suelo.
Dormir sin volverme hacia ningún lugar.
Sola, blanda, perfecta.
Pura estalactita calcárea,
óbolo del día que miré atrás
para convertirme en simple estatua de sal.
Pura y libre al fin.
Un día de invierno
Aceras sucias dentro de túneles opacos.
Un día de invierno, o tal vez no.
Charcos que perduran en los adoquines hundidos.
La marcha incesante de pies y cuerpos
mientras el alambique de las gargantas
destila lentos presagios,
regurgita la decepción.
La mansedumbre de la ciudad es un espejismo.
Barcelona la fenicia,
Barcelona la señora,
Barcelona la fulana.
Solo uno más
entre el rebaño que otea el cielo
apaciguando el alma, diciendo que hoy,
con suerte,
no lloverá, pero mañana quién sabe…
Insensible,
la hora de las verdades cae en el olvido,
en el espacio límbico
sin patria potestad.
Barcelona florece por dentro
en busca de esa rara avis,
dalia en el hueco de las manos,
aroma de estancia compartida.
Arquitectura de la soledad
Reflectores del silencio abanican mi soledad
y los grillos incansables sacian su canto de sirenas
a costa del radar oculto de mi insomnio,
que no languidece ni de día
ni en su oscura metamorfosis.
Solo puedo transmitir en clave cifrados mensajes
que traspasen los muros de la ciudad
para multiplicarse en las antenas,
emularse exponencialmente en los satélites
hasta una infinita BCN,
con la retrospectiva del big bang
último o primero.
Si no pudiera verte más
se reencarnaría en viento mi palabra,
el verbo con su semántico deseo,
para rozar tu aroma, tu esencia, tu cuerpo,
lo que hace de ti mi yo incompleto.
Habitando tu espacio sin respeto
y transitando tus movimientos,
yo sería ese soplo de viento solitario
que se enamora de la tarde
antes de que las sombras hayan vencido
la proyección taciturna
de mi postergado anhelo.