Archivo de la categoría: Relatos irónicos

Flamenco y olé

flamencoNunca como en ese momento la bata de cola me había parecido tan incómoda, pero la obstinación es un rasgo de mi carácter. Me había propuesto a mí misma no desaprovechar la oportunidad y en la próxima feria que se me pusiera a tiro, lucirme. El año anterior había estado de rebujitos y baile en la Feria de Abril de Sevilla y me lo había pasado fenomenal. Había que repetirlo.
Por eso, la Feria de Madrid me pareció una ocasión perfecta. Llevaba poco tiempo en la ciudad y al fin y al cabo, una feria es una feria. O sea que utilicé el buscador de internet y conseguí arrastrar a mi amiga Piluca hasta la tienda folclórica Flamencos y Olé. Allí, en los probadores, urdimos nuestro plan. Ambas nos compraríamos sendos vestidos de lunares blancos con larga falda en cascada. Unos modelitos actualizados al estilo Victor & Luccho que nos quedarían que ni pintados. Y que Madrid temblara, porque llegábamos Luci y Piluca. Seguir leyendo Flamenco y olé

El garaje

El garajeUn maullido largo como una agonía sobresaltó al hombre dormido sobre la montonera de bolsas y mantas que le había servido de yacija. Dos ojos de gato seguían su agitación, hipnóticos. Cuando despertó, inquieto, las pupilas ámbar ya habían desaparecido.

Solo unas horas antes Tomás Alcaparra creía que había tenido una suerte inmensa al ver la puerta de aquel garaje abierta. Si se había atrevido a entrar era porque no había visto merodear a nadie por lo alrededores. No tenía ganas de problemas, y menos en un barrio como aquel, una zona residencial con aires de grandeza que en otros tiempos él había conocido tan bien. Sin embargo, después de sopesar pros y contras pensó que guarecerse en una suite como aquella no estaba a su alcance sino en muy raras ocasiones. La noche era fría y el abrigo harapiento que le cubría no era su mejor aliado. Al fin y al cabo, ya que se le había ocurrido acercarse hasta allí no iba a desperdiciar semejante oportunidad. Lo cierto es que llegó a pensar que aquella era su noche. ¿Cómo, si no, explicar su tropiezo providencial con aquella botella de rioja, reserva del 2008, añada excelente según el Tasio? Porque el Tasio, antiguo sumiller, sí era un colega, el más leal. Ni siquiera le robaba los cartones o el tinto barato que a veces le regalaban las buenas chicas de la calle. Seguir leyendo El garaje