Y siguiendo con El club del tigre blanco, otro fragmento, que abre muchas incógnitas. El ambiente es sensual, y se impregna del calor de la escena, hasta embotar nuestros sentidos. Los secretos son demasiados, y la novela los preserva como una madre amorosa, hasta el final.
Una mariposa en la Isla de los Muertos
Azucena,
apenas la conozco. Se ha sentado en primera fila, junto a Crocodile. No podía
disimular. Quizás no sabe. Los occidentales son así. Asombro, expectación,
incontinencia. Todo es nuevo, diferente. Tal vez el ritual la ha conmocionado. Su
cultura, tan distinta… Les fascina lo exótico. Al principio a mí también me
pasaba con los Hermanos de la Luz. Pertenecer a las Mariposas… O tal vez sea la
proximidad al monstruo de Bali. Es guapa. Seguro que Crocodile se las ha ingeniado
para caer a su lado. Crocodile siempre se
las apaña. ¿Qué mujer en su sano jucio buscaría voluntariamente
su compañía?
(Una
sonrisa no exenta de tristeza se le dibuja en la cara.)
El
templo lleno de túnicas blancas con orla azafrán. El triunfo de Pakpao. Todos allí:
unos en primera línea, en la ceremonia de mi Designación; otros, en los
sótanos, recibiendo lo que les corresponde. Es mi agradecimiento en pago a
tantos servicios prestados. Podría ser el texto de alguna placa conmemorativa,
si tuviera la intención de concedérsela a uno de los dos, a Graham o al
Fantasma. O a ambos: “Por tantos años de amistad. Os quiere…”
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