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‘La tristeza del samurái’, locura, abominación y muerte

Resumen

Novela policíaca situada en Barcelona, de género negro y temática tremendista, desarrollada en dos ejes temporales que se alternan de principio a fin: los años 40 de la posguerra española y el período comprendido entre 1976 y 1981.
La novela se inicia de modo abrupto, sin preámbulos, en 1981, con la protagonista, la abogada María Bengoechea, agonizando en un hospital, bajo vigilancia policial, como sospechosa de un asesinato.
Toda la novela es, por tanto, una larga analepsis que se mueve en los dos ejes temporales anteriormente descritos.
Tras la irrupción de María en sus últimos momentos de vida, se retrocede en el tiempo, hasta 1976, cuando era una abogada con escasa proyección. Se nos presenta como una mujer infeliz, casada con Lorenzo, funcionario del CESID, quien la maltrata. En un estado de alienación y apatía en el que no se profundiza, vemos que la protagonista soporta su situación, abnegada. Entonces se le presenta la oportunidad de  enfrentarse a un caso inesperado: el de un inspector de policía, César Alcalá, quien, en un alarde de brutalidad policial, deja en coma a un detenido, un soplón de la policía y miembro de los bajos fondos, llamado Ramoneda. Alcalá se ha cebado en él porque sospecha que Ramoneda ha sido el autor del secuestro de su hija Marta. A pesar de todo, no consigue sonsacarle información. Es la mujer de Ramoneda quien va al bufete en busca de justicia y quien convence a María y a su compañera Greta, mujer de gran belleza que siente una no disimulada atracción por su compañera, para que denuncien el caso. Ambas, deslumbradas por el cariz mediático que el caso les brinda, desean demostrar que España ha dejado atrás el franquismo y que la impunidad de las fuerzas de seguridad ha pasado a la historia. Tras la detención del inspector, la mujer de César Alcalá se suicida.


Paralelamente se explica que el padre de María, Gabriel Bengoechea, quien vive en una casa aislada en el Pirineo catalán, está senil y padece un cáncer terminal. Al no estar en condiciones de continuar viviendo solo, su hija lo visita para obligarlo a aceptar los cuidados de una enfermera. En la leñera de la casa, María descubre que Gabriel guarda un secreto desde hace muchos años. Se nos adelanta que la documentación que con tanto celo oculta Gabriel, ha sido la causa del suicidio de la madre de María cuando esta era niña. Más adelante, será información fundamental para la resolución del caso.
Analepsis hasta al año 1941. Se describe una escena en una estación en Mérida. Una atractiva mujer, acompañada de su hijo pequeño, Andrés, espera la llegada de un tren. Está nerviosa porque su intención es huir de su marido, un general y oligarca del régimen franquista llamado Guillermo Mola, a quien no ama y de quien recibe malos tratos. La mujer es Isabel Mola y jamás llegará a tomar ese tren porque su antiguo amante, con quien había planeado, junto a una célula comunista disidente, atentar contra su marido, en realidad es un esbirro de este, que le ha tendido una trampa. Isabel y Andrés se ven obligados a regresar a casa con él en un flamante coche. Es en ese momento, cuando, para apaciguar al niño, el hombre promete que al regresar a casa tendrá un regalo de su padre, una catana japonesa, forjada expresamente para él. Es el obsequio más preciado para el niño, aficionado a las armas, con un perfil psicopático que ya da indicios de un profundo desequilibrio desde la infancia. De hecho, Isabel teme que termine, por voluntad del padre, internado en un centro psiquiátrico.
De vuelta a los años ochenta, el juicio se salda con pena de prisión para César Alcalá, lo cual reporta a María y Greta gran celebridad. Ambas inician así una carrera de éxito como abogadas en un nuevo bufete en la zona alta de la ciudad. María deja a su marido y se va a vivir con Greta. Simultáneamente Ramoneda se recupera y, al sorprender a su mujer manteniendo relaciones sexuales con un enfermero en la misma habitación en la que él convalece, se venga matándolos allí mismo y dándose a la fuga. Nada de eso empaña la carrera ascendente de María y Greta
Al cabo de cuatro años, en 1980, el coronel Recasens del CESID, contacta con María. Le pide ayuda para desenmascarar al diputado Publio (antiguo hombre de confianza del general Mola) convertido ahora en un político corrupto y de alguna manera vinculado con César Alcalá, condenado a prisión por ella años atrás. Recasens desea que entable contacto con Alcalá para que desenmascare a Publio, de quien sospecha que tiene mucha información inculpatoria. La añagaza propuesta por Recasens para que el convicto colabore es el secuestro no resuelto de su hija Marta. A juicio de Recasens Alcalá y María tienen cosas en común y eso facilitará las cosas. Es así como María empieza a visitar a Alcalá en la cárcel. Su vida allí no es fácil y ha tenido que superar varios intentos de asesinato por parte de algunos presos.
Mientras esto sucede se empiezan a manifestar los primeros síntomas del tumor cerebral que aqueja a la abogada.
Se describe también cómo se está gestando el golpe de estado perpetrado por Tejero en el Congreso de los Diputados el día de la investidura del candidato a la presidencia del gobierno de España, Leopoldo Calvo Sotelo, y que realmente tuvo lugar el 23 de febrero de 1981. Publio mueve los hilos en una trama que incluye a parte de la plana mayor del Ejército. Se nos va aclarando cómo el vertiginoso ascenso socioeconómico de Publio, un niño nacido en el seno de una familia pobre de Extremadura, se debe a su lealtad al general Mola, quien, al desheredar a su hijo mayor Fernando, lo convierte en heredero único a él, a cambio de cuidar a Andrés, internado en un sanatorio mental de por vida. Andrés ya ha dado muestras de su psicopatía, después de asesinar a diferentes prostitutas con su catana. La enemistad de Fernando y su padre se debe a la desaprobación de los métodos paternos por parte de este, referido al maltrato del padre infligido a su madre y a otras mujeres. Se describe a Fernando como un joven con sensibilidad artística, lejos de las consignas fascistas y de la barbarie paternas, lo cual enfurece al general Mola. Opta entonces por enviarlo al frente ruso con la División Azul. Se apunta a que el sadismo desarrollado por Andrés en su juventud tiene sus raíces en la psicopatía paterna y que el internamiento desde niño en centros sanitarios con métodos aberrantes no hace más que desencadenar con posterioridad esos rasgos de su personalidad.
Para entonces el general Mola ya ha ordenado el asesinato de Isabel. Se explicita un dato de importancia: Pedro Recasens, un joven recluta de servicio en la cantera la madrugada de su ajusticiamiento, la ve llegar en coche. Se convierte, por tanto, en testigo del crimen. Cuando busquen un chivo expiatorio, el elegido será Marcelo Alcalá (padre de César Alcalá), profesor a la sazón de Andrés, el hijo menor del matrimonio Mola. Marcelo se enamorará profundamente de Isabel y se comprometerá a ayudarla a escapar a Portugal con Andrés en el caso de que el atentado a su marido fallara. No obstante, no tiene ocasión de cumplir su palabra. Con el balazo, al general solo le rompen algunas costillas y se recupera sin mayores complicaciones, pero hay que buscar culpables. La maniobra se ha organizado con el objeto de demostrar la lealtad de Mola al régimen, en vistas a su promoción. En cambio, Marcelo es acusado del asesinato de Isabel y torturado para que confiese. Coaccionarán a Recasens, de guardia en la cantera el día del asesinato, para que lo inculpe, bajo la amenaza de enviarlo al frente ruso. A pesar de todo, lo envían  al frente. Allí conoce a Fernando y traban amistad. Mola es trasladado a Barcelona, donde inicia una carrera meteórica, a partir de la cual llegará a ser ministro.
De regreso a los años ochenta, la desaparición de Marta sigue siendo un misterio, hasta que se nos aclara que César recibe unos misteriosos papelitos de Marta en los que su hija le comunica que está bien. Eso mantiene viva la esperanza del inspector y comporta su silencio. Con la documentación que posee podría imputar al diputado Publio.
Lorenzo, el exmarido de María, se entrevista con ella. En nombre del CESID le pide colaboración, aunque realmente lo que quiere es obtener información a través de ella para asegurar la impunidad de Publio, para quien trabaja realmente. En los prolegómenos del golpe de estado, lo último que quiere el diputado es que ningún contratiempo se interponga en el desarrollo y el éxito de la operación.
Recasens y Fernando, amigos desde la época de la División Azul en el frente ruso y como supervivientes del campo de prisioneros, llevan años intentando resarcirse de todos sus sufrimientos a través del responsable de su ruina: Publio. Saben, además, quién es el verdadero culpable de la muerte de Isabel. En una entrevista, Fernando se lo cuenta a María. Mientras tanto, Publio, que se siente amenazado, ordena el asesinato de Recasens a Ramoneda.
Al enterarse de la realidad y de la implicación de su padre, Gabriel Bengoechea, con los Mola y los Alcalá, María desea, en un acto de justicia, ayudar a César, a quien acecha la muerte en la cárcel. Publio ordena, por enésima vez, su asesinato. Para ello pagan a su compañero de celda, Justo Romero, cabecilla de algunos de los presos más peligrosos y de fiereza incuestionable. Lorenzo, apabullado por la situación, es conminado por Publio para que asesine a María. En lugar de eso, la avisa y le recomienda que huya. Ella no lo hace y él deberá asumir las consecuencias.
En ese punto aparece Marchán, un inspector de policía a punto de jubilarse, excompañero de César y con cargo de conciencia por no haber declarado a favor suyo durante el juicio. No obstante, lleva años intentando encontrar a Marta. Marchán se alía con María para resolver el enigma. Los ayudará, inopinadamente, Fernando, a cambio de información para destruir a Publio, en un acto de venganza demorada durante décadas y que ahora se ve espoleada por el asesinato de Recasens.  Entre todos propician que César escape del hospital donde lo han ingresado tras el ataque con machete de su compañero de celda, Justo Romero. Este se conjura con María para únicamente herirlo, de modo que sea trasladado al hospital de urgencia y no a la enfermería de la prisión. Una vez allí, pese a la vigilancia, puedan preparar su fuga.
César accede a cederles la información que guarda sobre Publio a cambio de rescatar a su hija. Ya se nos ha anticipado que Marta lleva cinco años de cautiverio en casa de Andrés Mola, en el Tibidabo, a sabiendas y con la connviencia de Publio. Oficialmente Andrés está dado por muerto, como consecuencia de un incendio ocurrido en el psiquiátrico donde estaba internado hace más de veinte años. El incendio lo provocó un celador. Sobornado por Fernando, era la estrategia de este para sacar a Andrés del centro, aprovechando el caos que se produciría. Sin embargo, el tema se le fue de las manos. El celador acabó derribado por Andrés y murió al precipitarse por la ventana de su cuarto. El incendio, descontrolado, hizo arder el edificio. Numerosos internos murieron y Andrés sufrió quemaduras graves que lo dejarían marcado de por vida. Desde entonces Publio lo mantenía encerrado en su antigua casa del Tibidabo, protegido por sus esbirros, junto a Marta, a la que mantiene  secuestrada en condiciones inhumanas. En ese momento se describe a Marta con un gran parecido a la madre de Andrés. De ahí que a la obsesión por castigar a los Alcalá, por ser la familia del asesino de su madre, se le sume, paradójicamente, la seducción que Andrés experimenta por la niña, quien evoca en él a su madre. Eso desencadena en su mente enferma comportamiento sádicos y violencia sexual. Queda en evidencia que el complejo de Edipo, el sadismo y la venganza mueven a este personaje.
Ramoneda, por su parte, recibe órdenes de Publio: debe asesinar a María y Lorenzo,  a César y Andrés. Sin embargo, es la esposa de Lorenzo quien dispara, anticipándose a Ramoneda, en el momento en que este, creyéndolo solo, va a buscarlo a su vivienda. Como María antes, la esposa de Lorenzo padece sus malos tratos. Ramoneda rematará la faena pegándole un tiro a ella también.
Ya en el desenlace de la novela, Fernando mata a Andrés con la catana que antes le perteneciera, bautizada “La tristeza del samurái”. A continuación, Fernando seguirá el ritual del seppuku, una muerte ritual especificada en el libro de los samuráis, Bushido. Cuando Ramoneda llega a la casa del Tibidabo ve a Andrés decapitado y a Fernando agonizando con los intestinos fuera. En vez de apiadarse de él y decapitarlo, prende fuego a la casa para eliminar pruebas.
Acto seguido se produce una escena de reconciliación entre Greta y María. Cenan en un restaurante del Puerto Olímpico. A pesar de todo, no llegan a restablecer los vínculos de antaño. María no le confía a Greta su enfermedad ni le explica que al día siguiente van a intervenirla. Se despiden y María decide regresar sola a casa, a pie. Ramoneda la está siguiendo. A la altura de un edificio en obras la ataca y la golpea hasta que María pierde el conocimiento. Entonces la lleva a un portal. Piensa violarla para doblegarla y anular su voluntad, y luego matarla. Por suerte para María, César la está vigilando desde hace un par de días, ya que teme la reacción de Publio. Llega en el momento oportuno y dispara a Ramoneda por la espalda. Se va sin más y a los pocos días el cadáver aparece con los pantalones bajados en un descampado de Montjuïch frecuentado por chaperos y drogadictos.
Al día siguiente operan a María en el Hospital de la Sagrada Familia. El tumor está muy extendido y no se recupera. Marchán cumple con su parte y entrega la documentación incriminatoria de César Alcalá a un juez militar amigo suyo. No obstante, el juez no considera que haya pruebas consistentes contra el diputado y exige que César se entregue y declare para incoar el proceso.
El atentado del 23 de febrero fracasa pero Publio sale indemne. Nadie lo acusa. Más de 30 militares son condenados. Sin embargo, en el epílogo se nos explica que Publio vive el resto de sus días refugiado en su casa de Mérida, la que un día fuera de la familia Mola,  atemorizado y solo.

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