Quisiera yo mi casa sosegada,
aroma de limón, jazmín y olivo,
rumor que en la caricia enamorada
aviva la pasión de un dios altivo.
Se agrietan, sin embargo, las paredes
que ensamblan los cimientos y las salas,
pues ángeles de fuego lanzan redes
y atizan las hogueras con sus alas.
El humo que se esparce impuro vierte
mandrágora de sueños con usura.
Se empañan las miradas, ya se advierte
que pronto ha de llegar la hora oscura.
Decidme: ¿qué he de hacer con quien convierte
mi casa sosegada en su locura?
Dolors Fernández Guerrero