-No veo nada, no se ve nada.
-Natalia, tiene que haber una luz, ¿por qué no la sigues?
-No, no, está oscuro y tengo frío. –Natalia tirita y se abraza a sí misma. Le cuesta hablar.
-Te estás negando la evidencia, Natalia. Hay una luz. –le explica con paciencia el terapeuta. De pronto cambia el registro y utiliza un tono imperativo-: ¡Búscala! Natalia, escúchame, sigue buscando, no tienes nada que temer. –La respiración de la paciente es agitada. Está inquieta y el nerviosismo va en aumento. Comienza a mover la cabeza a lado y lado, luego todo el cuerpo. Si continúa así el diván pronto se volverá estrecho y la joven caerá al suelo.
-¡No veo nada, no veo nada! ¡Quiero salir de aquí, quiero irme! Por favor, ayúdame, no me dejes aquí… -Su voz se vuelve por momentos más quejumbrosa, más tenue. Llega un momento en que deja de ser audible. Seguir leyendo ‘Nefertiti y los zombis’: II. El frío de la hipnosis