Archivo de la categoría: Microrrelatos irónicos

Credulidad

En Tontópolis no se canta, se berrea; no se discute, se lloriquea; no se ama, se vapulea. En Tontópolis el más voncinglero tiene razón −explicó la profesora desde la cabecera del autocar, micrófono en mano, y todos asentían, fascinados.
−Me encanta ese sitio −replicó la cándida niña, sentada en uno de los primeros asientos. Su amiguita, al lado, asintió sonriente.
−¿Tontópolis? −inquirió la profesora.
−¡Sí, Tontópolis, Tontópolis! −corearon al unísono el resto de los niños, saltando en sus asientos, perfectamente aseados y con un inconfundible olor a agua de colonia.
−No esperaba menos de vosotros, mis queridos alumnos. Así que… ¡hacia allí vamos!
Y todo el autobús lanzó un grito de júbilo.
A día de hoy todavía andan buscando el autocar escolar. Sospechan que se cayó por un acantilado al mar y que se lo llevó la corriente.
Y de oca a oca y tiro porque me toca.

Dolors Fernández Guerrero

Ajuste de cuentas

Era matemático por convicción, sociólogo de corazón y reumatólogo por conveniencia. La encrucijada mental donde se movía quedó resuelta el día en que visitó aquella isla. Todo un hallazgo.

En aquel lugar idílico no conocían la división de poderes ni la metafísica cotidiana. Tampoco la ciencia de los bailes de salón. Así que decidió instalarse y experimentar con aquel pueblo virginal, heredero de Rousseau.

Tras seis meses de estancia, las cuentas no le salían: los “buenos salvajes” habían perdido su inocencia y sus articulaciones se resentían a causa del clima, endiabladamente húmedo. Desde que había llegado, se había organizado un Consejo de Hombres Buenos, un Tribunal Imparcial y un Séquito Justiciero. Al frente de todo, se había autoproclamado un Monarca Absoluto con autoridad sacerdotal y el noventa y ocho por ciento de la población bailaba el chachachá.

Decidió que era el momento de marcharse, asombrado por el resultado de su experimento. No obstante, el Consejo de Hombres Buenos resolvió que el abandono subvertía la moral de la isla. El Tribunal Imparcial lo juzgó y lo condenó, sentando así jurisprudencia, y el Séquito Justiciero lo mantuvo prisienero por fanático e infame en la torre construida exprofeso. Todo bajo la magnánima aquiescencia del Monarca Absoluto.

Las matemáticas ahora le ayudan a llevar la cuenta de los días, con la sociología ha conseguido atemperar la fiereza de sus guardianes y la reumatología le permite constatar la gravedad de su estado.

Aun así, las cuentas no le salen.

Dolors Fernández Guerrero

El tucán

tucanesToc toc. ¿Hay alguien?
Y entonces lo vi, al otro lado de la ventanilla. El tucán traspasó el vidrio y se sentó a mi lado. Con su hermoso pico me escribió su número de teléfono en el antebrazo.
Me sedujo con el apresto de su plumaje, con su voz cantarina de barítono.
-Volveremos a vernos, si tú quieres. –Y se alejó revoloteando al llegar a la siguiente estación.
No me di cuenta al ducharme de aquellos números garabateados en mi piel. El agua se llevó por el sumidero su tinta de ave verde, amarilla, negra. Solo cuando me sequé con la toalla lo recordé pero ya era demasiado tarde.
Cada día hago el mismo trayecto camino del trabajo. La misma estación de metro, la misma hora, el mismo vagón. Sin embargo, el tucán no ha vuelto a aparecer.
La palidez de mis brazos me entristece. Me recuerda la exuberancia del tucán y mi torpeza.

El saltador de pértiga

salto-con-pertiga-deportes-juegos-olimpicos-pintado-por-adricasa-9848194Cuando batió el récord todos acudieron a su encuentro a felicitarlo, pero ya no estaba. La pértiga había quedado clavada en la hierba del polideportivo, en cambio, Hugo no estaba sobre la colchoneta. Los asistentes al evento miraron en todas direcciones, sin verlo. Menos en una.
Tras denunciar el suceso a la policía, Hugo acabó por ser declarado “desaparecido”. A día de hoy, todos los saltadores de pértiga se encomiendan a Hugo, recordman mundial, antes de iniciar la carrerilla.
Desde su balcón entre las nubes, Hugo vela por los atletas y los reencamina, si estos se desvían demasiado de su destino, más allá de la colchoneta.