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Si ‘La memoria de la piel’ hablara…

Si La memoria de la piel hablara escribiría estos versos y otros más tristes, más bellos todavía, tal vez en algún momento felices e ingenuos. Hoy, la memoria que habla es la mía y con ella obtuve el accésit del Premio Vitruvio en 2024.

La memoria de la piel es un aserradero


Hoy me acontece contarlo llena de júbilo y si a ti te apetece comprarlo, en el Nuevo Ateneo on line lo encontrarás en el siguiente enlace:

‘La memoria de la piel’ en ‘Librújula’

Mi segundo poemario, La memoria de la piel, accésit del Premio Vitruvio de Poesía 2024, alarga su sombra y llega hasta nuestras manos en un formato de exquisita elegancia.
El volumen gana peso y con cada lectura sus versos se encrespan, crecen y exhalan el fuego de una nueva memoria.
Enrique Villagrasa, poeta y crítico literario en Librújula, lo destaca junto a los poemarios de otras nueve autoras en el Día Mundial de la Poesía nada menos:

La poesía que nunca se ha ido regresa, o al menos vuelve esa razón poética de la que hablaba María Zambrano, pues anida esa misma razón en los poemarios que les propongo leer. Y aunque la poesía este más allá de la literatura y súper valorada, no cabe ninguna duda de que es el fundamento del mundo. Así pues, nos encontramos de nuevo, en estas diez poetas citadas y sus versos, con un lenguaje poético sencillo que es capaz de bucear en la memoria, en el mar de la realidad, con los útiles del mismo lenguaje y la mirada de las poetas. ¡Diez poetas sorprendentes, para leer esta primavera, sin ir más lejos!

(Enrique Villagrasa: Librújula, edición digital del 21/03/2025)


Mátame

Mátame,
lentamente y con usura,
con la calma que atardece
desde que el mundo es una nuez resquebrajada.

En el sudario de la vida
la lejanía de tu voz
se mantiene indiferente
al monótono rosario del olvido.

Es tu potestad y me desangro a manos llenas
sin plan de huida,
mientras la cáscara cede
a la presión de la muerte.

Mátame,
que extramuros el frío corta los labios
y un granizo de nueces rotas
astillan mi alma.

A lo lejos, tan solo el río canta…

Dolors Fernández Guerrero

Mi casa sosegada

Quisiera yo mi casa sosegada,
aroma de limón, jazmín y olivo,
rumor que en la caricia enamorada
aviva la pasión de un dios altivo.

Se agrietan, sin embargo, las paredes
que ensamblan los cimientos y las salas,
pues ángeles de fuego lanzan redes
y atizan las hogueras con sus alas.

El humo que se esparce impuro vierte
mandrágora de sueños con usura.
Se empañan las miradas, ya se advierte

que pronto ha de llegar la hora oscura.
Decidme: ¿qué he de hacer con quien convierte
mi casa sosegada en su locura?

 

Dolors Fernández Guerrero

Advertencia

Nada alimenta más
que un beso de tu boca,
delicado debacle de la cercanía
y a poco me sabe, sin embargo,
en este refugio solitario
que te invoca.

Si con ligereza rodeas mi talle,
absurdo será mi deseo
cuando pasee por la calle
y te busque
y no te vea,
aunque te sienta
a cada instante.

Lo sé y lo creo.
Hay un tigre agazapado
tras alguna esquina
que espera su momento.
Habré yo de asaltarlo
y enseñarle las mil formas del amor
que se cernirán sobre él
si vuelves a besarme.

Dolors Fernández Guerrero

Óxido

Hay una distancia que mis manos
no abarcan,
que sujetan el recuerdo
al silencio,
alas polvorientas que se abaten
sin imán
en fronteras desvaídas.

Mientras, el rocío me cala
como gotas de aguanieve,
con su ácido corrosivo,
sin sentido,
desubicado
en un nosotros que
al instante se vuelve hielo.

No sé por qué abracé la lluvia
pues solo hallé
mis miembros empapados
en soledad,
asidos a la ropa de un mendigo.
A través de sus ojos vidriosos
me miró, intrigado,
y no había un cómo ni un porqué
más allá de mi delirio.

Lo inconcebible de tus labios
serpentea entre mis sueños,
sin sentido
pero sin tregua,
y el deseo lacerante
oxida
       un anillo
tenaz
alrededor de mi lengua.
                                         

Dolors Fernández Guerrero

Exabrupto bovino

Mi sueño es el de la plácida res,
−mirada conforme, bovina−
que no conoce el aturdimiento
de los días con sus malditas noches.
Al aire libre pasta,
como animal dócil,
desde el minuto cero de su vida.

Ese es mi verdadero yo,
vaca en un campo de bostas,
que rumia, en un relámpago de lucidez,
que a él, el innombrable Él,
no le importo una mierda.
Dicho lo cual, prácticamente
ya está todo dicho.
Podría dejar de escribir,
y acaso tú de leer,
pero la perseverancia es mi atributo
−consuetudinario, ilógico−
y en honor a este legado
voy de la col al nabo con altivez principesca.
En eso consiste ser una rancia peripatética.

Los argumentos fallan
en mis cuatro estómagos
y la premisa se me sale por el esófago.
El silogismo,
impertérrito,
se desenreda entre mis rizos,
se despereza,
bosteza
y firma con un garabato
irrisorio
su sentencia.

Pertinaz,
como mujer-vaca en sueños,
me acerco y leo
la tan razonada respuesta:
“No le importas una mierda”
y entonces, sin dar crédito,
me persigno, rumio y rezo.

Dolors Fernández Guerrero

Elegía de Penélope

En este cuarto sin nombre
deambulan elefantes violetas
y encantadoras serpientes de cascabel
esperan tu presencia,
y sé que si estuvieras,
sombra de árbol y ceniza,
harías de mi vida un rastrojo
−juguete roto,
muñeca desmembrada,
simple despojo.

Aun así, aquí estoy,
cautiva de tu ausencia,
humillada,
cincelada por la angostura
de un olvido que solo finjo
para que no caigan sobre mí
los cascotes de lo obsceno.

Laten tus ojos en mi oscuridad
y en ellos el dolor del niño,
las ansias entreveradas
que te inflaman como un fénix
despiadado.
Amas el amor de Eros,
al dios de la flecha y el carcaj
que con su capricho
inicia todas las cacerías,
y no hay amada que lo sea
porque tu corazón es un polvorín
de sangre y miedo
que desecha pronto el cuello puro que se ofrenda.

Arrasas la hierba fresca a tu paso
y sacas los corazones con tu cuchillo
como si fueran de manzanas,
podridos.
No te engañes,
la huella de lo que fuimos permanece,
es la savia que nos conforma,
la que se transforma en dragón
y te espolea sedienta, agónica.

Contemplo tu iris en mis noches,
su obsidiana dura, reluciente,
cuando la espera es una herida abierta
y el ferviente estigma de la nada
me halla desvalida, desnuda.
Como un animal me siento
y te siento, ambos sometidos
al látigo que restalla en nuestra piel,
entre ráfagas de deseo y silencios.

Amo el amor que tú desprecias,
aunque jamás quise ser Penélope
ni Circe ni Nausica.
Sé que sabes que lo sé,
que lo intuyes,
que lo ves,
porque eres un ídolo con los pies de barro
y por eso te amo,
pero anticipo el dolor de la muñeca rota,
su abandono
y en su derrota reside mi propio
                                                          absurdo,
                                                                            falso
                                                                                       desdén.

Dolors Fernández Guerrero

Contradicción

Si dices que me amas, desafías
aleve las costuras de mi alma,
destruyes convicciones y porfías,
recortas los contornos de mi calma.

Si niegas que tu voz arde en mi oído
desangras mi mañana para nada
robándole a las noches su sonido,
soñando tu verdad, que es una espada.

En busca de tus besos sin remedio
abdico entre los labios del abismo,
rendida ante tus ojos y su asedio.

Ni el cáliz de la sed ni este exorcismo
podrán ya regresar al punto medio:
amor y desamor son hoy lo mismo.

Dolors Fernández Guerrero

Rosa negra

La rosa negra de mi desvarío
atiende tu llamada y se deshoja,
decide que no es libre su albedrío,
se vuelve oscuridad y se le antoja

que solo vuela el pájaro radiante
venciendo con su canto la tristeza,
que solo corre el agua galopante
saltando entre las rocas con fiereza.

Gorjeo del jardín anochecido,
aroma que embalsama la memoria,
mi flor de luto, tú, sin el vestido

que alfombra los senderos de mi historia,
renace en tu furor enaltecido
y cubre con rubor la esquiva gloria.