Los proféticos “Mensajes de Aarón”, de Ignacio Bellido

Mensajes de Aarón es un libro profético, con resonancias bíblicas. Su visión ante la existencia humana no rehúye el dolor, la sensualidad, la solidaridad. Un rasgo novedoso en el poemario de Bellido es su metafísica cuántica, pensamiento que inscribe en un tiempo bíblico, el de su protagonista Aarón. Este eclecticismo, este salto cronológico hasta un pasado remoto y mítico, es servido por el poeta sin aparente contradicción. Con ello no solo aúna pasado y presente,  sino que su mensaje adquiere una dimensión total. De ahí la revelación, fuera de todo tiempo y lugar; fuera de toda duda. Y puesto que su vocación es la universalidad en términos absolutos, sus versos se remontan al principio, al momento de la epifanía del que nadie parece tener memoria.

“Es un comienzo en tonos de dolor
como un cielo que rompe su promesa.
En el arrullo está el destino
y sobre su delirio
un mundo de miradas
en espera del Armagedón.
En el mientras silenciar
dolor y euforia
en los arcanos de la esperanza.”

Pero no por ello debemos pensar que Mensajes de Aarón se eleva sobre lo humano en un gesto altivo o de menosprecio. Por el contrario, la obra resultante está terriblemente apegada a la Tierra y a los seres que la habitan. El poeta es ante todo un hombre y su voluntad de redención es sincera. A pesar de todo, una duda nos inquieta como lectores: el mundo que se describe, abigarrado, voluptuoso, sensorial, decadente, ¿desea ser salvado? Para contestar a esta pregunta debemos avanzar hasta el final y observaremos que se abre un resquicio de  esperanza. Es un atisbo de luz, pero no definitivo. La cuestión continúa en suspenso a lo largo de todo la obra. Por esta razón afirmamos que Mensajes de Aarón tiene la cualidad de un oráculo:

“Hubo un grito de Aleluya
y la Plaza redondeó su presencia
y este armisticio se mantiene
confirmando mi cuerpo
aceptando la muerte
como el mejor gesto de llegada
con el epitafio
esperando el mensaje.”

Estructuralmente distinguimos tres bloques, titulados de manera desigual:

-Primera parte: precedida de un hermoso poema donde se declara la intención del poeta. Se trata de versos premonitorios, donde el término Armagedón es sinónimo de exterminio, pero donde asimismo cabe el amor. A continuación se suceden tres largos poemas numerados en los que se presenta el sufrimiento en el mundo. La voz poética adopta la primera persona. Es un “yo” con una conciencia omnisciente, dolorosamente sensible y con un claro afán de universalidad:

Destaca la presencia de una tercera persona, de consistencia fantasmagórica, que no llega a definirse, identificada con el género femenino. Es “Ella”, una figura con una indudable importancia para el poeta pero de identidad vaga e imprecisa, diríase que incorpórea:

“Ella me ha dejado ahora en descanso
después de haber sentido el dolor
y he de soportar la realidad de mi cuerpo
citar a mis discípulos
para una cena donde
y explicar al Padre
la próxima andadura
y la nueva plegaria.”

Segunda parte, titulada “Mi Nuevo intento cambia su programa para ser atendido en las fiestas profanas y en las alegrías de los parques y ceremonias”: contiene un único poema, muy extenso, con fragmentos dialógicos, en el que se incorpora el “nosotros” y el “vosotros” como voces poéticas pasivas, destinatarias del mensaje.
Temáticamente aparecen signos esperanzadores, sin que signifique una atenuación del tono apocalíptico que recorre todo el poema.

“Se inicia un corazón para todos
un cuerpo para todos
un aire que se proclama universal
y en este rito
confluyen
nuevos valores y caricias
que habían permanecido escondidas
entre los helechos.”

Tercera parte, “En un cambio de criterios con lectores comprensivos”: formada, como en la segunda parte,  por un único poema muy extenso, subdividido a su vez en varias partes diferenciadas. El tono dialógico evoluciona y se introducen diferentes personas en el discurso: el lector, con el que dialoga el poeta en un arriesgado ejercicio metaliterario; la segunda persona, un “tú” cuyo referente puede interpretarse como la divinidad, siempre  ausente, silenciosa; “Ella”, que reaparece con una fuerte carga emotiva y con un ascendente indudable sobre el poeta, pero con una entidad tan ambigua y desdibujada como al inicio del libro.
Temáticamente el poeta se nos muestra con una misión ineludible: transmitir su mensaje al mundo. En consecuencia el discurso asume forma de prédica en un entorno bíblico. Por primera vez la voz poética se identifica: descubrimos que pertenece a Aarón, el hermano mayor de Moisés. Aunque al lector, desde el principio, se le van proporcionando pistas, es ahora cuando este se identifica inequívocamente.

-Addendum: las palabras del autor evocan el recurso a la captatio benevolentiae de la literatura tradicional y dejan constancia de la fecha en que el autor finaliza su obra. Una vez más el pasado reaparece: se recupera un recurso literario en desuso.

Estilísticamente es una poesía constituida por versículos. La expresión de Bellido requiere una frase extensa, amplia, rica en subordinadas, en aposiciones, en adjetivación, con un uso intensivo tanto del polisíndeton como del asíndeton. Ya que la palabra, por su propia naturaleza, delimita el discurso poético de Bellido, este la exprime formal y  semánticamente. Su elocución es exuberante, profusa. El ritmo, en concordancia, es vertiginoso:

“Pero no puedo juzgar mi pensamiento
desde la igualdad del cuadrado
ni desde mis prados desechos por la lujuria
de los danzantes
que pasan la espera
en ciclos paralelos donde pueden olfatear
los ruegos y las definiciones
de una especie
que todo lo pauta
todo lo manosea al cuadrado
todo lo perfuma
todo lo aleja de la llama en su giro
todo se cuartea de nuevo
por mor de las desidias
y unos tilos de degradación.”

Los encabalgamientos son constantes. Con ello los versos se revisten de un aire solemne, muy acorde con el tema tratado. Es una elocución que se prolonga, que necesita explicación, que debe ser matizada. Sin embargo, también advertimos la presencia de versos muy cortos, de cuatro a seis sílabas, que aparecen con regularidad y  rompen el ritmo monocorde, enfatizando el significado de ciertas palabras clave. La misma función tiene la reiteración de algunos versos, constituidos a menudo por una sola palabra. Es lo mismo que sucede con las estructuras bimembres:

“Ritmo
Ritmo
Trofeo
Trofeo
cadencia y dolor
presagio y crisantemo
epitafio y orgullo
mármol y pretensiones”

Estos recursos son una muestra de extrema economía del lenguaje, un ejemplo de sustantivación de la expresión. Sin embargo, no alteran la continuidad prosódica y semántica de sus versos. La finalidad es singularizar conceptos esenciales para el poeta, sin que la estructura formal de Mensajes de Aarón se vea afectada, ya que el versículo es su soporte.

“Se inicia un corazón para todos
un cuerpo para todos
un aire que se proclama universal
confluyen
nuevos valores y caricias
que había permanecido escondidas
entre los helechos.”

En definitiva, la poesía de Mensajes de Aarón representa la necesidad urgente de su autor por redimir al mundo, por bucear en su verdad, con todas sus miserias y esperanzas. Para ello no duda en manifestarse, en fusionarse con él. Tampoco vacila en reunificar pasado y presente bajo su concepción cíclica de la existencia, donde conviven Dios, ciencia y física cuántica. Ese es el compromiso del poeta y Mensajes de Aarón el legado de su sabiduría.

No obstante, como en cualquier oráculo que se precie, es responsabilidad del lector hacer una interpretación valiosa y significativa. La responsabilidad última de salvarnos es solo nuestra.

“Aunque procuro en mi terno de mirada
buscar la senda de los pensamientos violeta
como color que aumenta mi empatía
y hace girar mi sangre
sobre las almenas de la agrimonia
hasta el mismo lugar donde supimos
que la visión de cuerpos
dejaba de ser universo
en los lamentos irreverencia.”

Bellido, Ignacio: Mensajes de Aarón, Ed. Lulu Press. 2016