Amor, tradición y memoria en ‘Un único corazón’ de Alejandro Duque Amusco

Nos explica Alejandro Duque Amusco en el prólogo de su último poemario −de manera magistral, por cierto− cómo Un único corazón es fruto de su madurez como poeta, de su sabiduría y experiencia.
Y durante este trayecto, que no es otra cosa que la vida en connivencia con la poesía, ha llegado a dilucidar con gran clarividencia cuáles son, para él, los ejes fundamentales de la actividad poética, aunque yo diría que en realidad son aplicables a cualquier otra, literaria o artística.
Y estos ejes son tres: la memoria, la tradición y el amor.
La memoria nos hace ser lo que somos en cuanto seres que evolucionan en el tiempo y que acumulan experiencia, la asimilan y, en el caso del poeta, la vierte en sus versos. A su vez, la memoria de esos versos hace nacer una tradición poética.
Por su parte, esa tradición alimenta nuestro imaginario colectivo y establece los puntos de partida de toda escritura que, como diría Borges, no deja de ser reescritura, intertextualidad. La aspiración de cualquier poeta es que sobre esa “tablilla intemporal” (y cito a nuestro autor) su trazo personal perdure en la memoria colectiva.


En cuanto al tercer eje, el amor, es fuente de vida y ante su  naturaleza dionisíaca nada se le puede oponer, ni tan siquiera la poesía.
Y tal es la fuerza y ubicuidad del sentimiento amoroso en todas las épocas y lugares, que podemos considerar el corazón, nuestro órgano vital, como su más fiel representación. Esta iconografía, de carácter universal, constituye quizás la única verdad, la común a todos nosotros, seres humanos, que por amar amamos incluso el amor.

La tradición, el trato con los textos amorosos de otros autores, ha hecho más por el amor que el amor mismo.

Es por eso que Alejandro en el primer poema del apartado “Servidumbre de amor”, entabla diálogo con el gran poeta  metafísico inglés,  John Donne, y se atreve a decirle:

           

Deja los libros. Yo no sé leer.

Lo cierto es que tradición, memoria y amor están inextricablemente ligados, de ahí que el homenaje a la tradición sea constante: Propercio, Ovidio, Catulo, John Donne desfilan por la poesía amorosa de Un único corazón.
Es este “corazón” la materia prima que nutre el poemario de Alejandro Duque Amusco, el hilo sutil que hilvana su estructura, el elemento fundamental que lo hace perdurable en la memoria como legado de tradición y amor.
Hay un verso, absolutamente quevediano, en Un único corazón, un homenaje al maestro barroco, autor sin duda de uno de los más hermosos sonetos de amor en castellano, que sintetiza perfectamente todo lo dicho:

           

Nadar sabe mi alma el agua de la noche.

Mientras así sea, cómo no darle la razón al gran Heidegger, que con su cita precede los versos compuestos por Alejandro Duque Amusco en Un único corazón:

El ámbito más vasto de lo existente se manifiesta en el recinto interior del corazón.

Alejandro Duque Amusco: Un único corazón, Ed. Pre-textos. Valencia, 2022.

Dolors Fernández Guerrero