La ciudad de las luces puede descomponerse en centenares de piezas que deberían encajar entre sí. ¿Y si alguien, en el último momento, las hace saltar por los aires? Aun así, siempre nos quedará París.
Se puede hacer la guerra a diferente escala, pero en todos los casos siempre hay un enemigo a quien abatir. El odio, encarnizado, busca, indefectiblemente, su bandera.