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Presentación de ‘Mientras el mundo dice no’ de Víctor del Árbol

El pasado día 30 de noviembre fue la presentación del primer poemario de Víctor del Árbol, Mientras el mundo dice no, editado en la editorial Espasa, dentro de su colección Espasa Poesía.
Hasta ahora conocíamos la trayectoria de Víctor del Árbol como novelista, brillante, con importantes  galardones como el Premio Nadal en 2016 o el nombramiento de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia en 2017, solo por citar los más prestigiosos. Sin embargo, con esta publicación tenemos la oportunidad de descubrir al poeta.
La poesía es el lugar ubicuo donde la intimidad de cualquier autor se revela con más plenitud y, por ende, lo confesional se vuelve inevitable.
En ese marco lo inefable puede, a pesar de los silencios y de los secretos, ser sublimado por la palabra poética. Ahí es donde los versos de Víctor del Árbol se vuelven proféticos.

Redoble de tambores

Hay una garra que chirría en los cristales,
un cansancio de ojera que desando con mis pasos,
un enano hábil con los malabares
que avanza entre cabriolas
depositando mil cáscaras de huevo
a mis pies.

Es tan frágil ser,
solo piel con huesos, tendones sin su arco,
sangre decolorada en la maraña,
infernal cabellera de Medusa,
fanática y absurda,
salvaje en su sentencia,
en su mirada de dragón.

Se rasga la noche,
la vida es una insolencia
que hurga en el adobe del silencio.
En él se maceran
golondrinas circunflejas
que desean redimirse ante la vida,
sin percatarse, sin saber
apenas
que son solo tijeras negras,
                                                 recortes del ayer,
                                                                                imposibilidad del mañana.
El hoy es un redoble de tambores.
El corazón no descansa.

Dolors Fernández Guerrero

La entrevista: en la otra orilla de la realidad

Pliego suelto, la estupenda revista digital sobre temas literarios, publica en portada mi artículo titulado “La entrevista como género: un diálogo condicionado con el ‘otro'”.
Agradezco a sus directores, Julio Hardissan y Ricardo Iván Paredes, la deferencia y su interés.
La “otredad” en el lado opuesto de la orilla ofrece múltiples perspectivas, también desde el punto de vista de los géneros literarios y periodísticos. ¿Dónde acaba el periodismo y empieza la literatura?

A ese tigre

A ese tigre rayado de espino,
−eléctrico temblor en cada abrazo−
regalo sin aliento mi regazo,
pasión quebrada en el cristal del vino.

Y sé que me disuelvo en un retazo
inútil de su piel donde adivino
su voz, geometría sin destino,
triángulo armado en un pedazo.

Ser náufrago en un tiempo sin fluido,
viajar con este tigre que delata
el ansia mientras roe al vencido,

robarle al silencio el tiempo perdido,
nadar y perder la ropa que ata
el loco desamor a su rugido.

Dolors Fernández Guerrero

Amado desamor

Del amor no tolero el desamor
de aquel al que absurdamente amo,
por más que me agasaje sin temor
con los ojos enturbiados del gamo.

No confundir la voz de su reclamo
con la vana hojarasca y su rumor
evita que me arrodille en su páramo
y que me invada voraz su tumor.

Amar sin ser amada es un dislate,
es cantar al desamor y al gemido,
hacer oídos sordos donde late

el corazón que muerde descosido.
Hoy en el desahucio que me abate
siento el gamo, el asta y mi alarido.

Dolors Fernández Guerrero



Guerra perdida

Emprendo a veces,
sin querer saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas.
Yo lo sé
y los desgarrones en mi piel
dan fe de la contienda
y de mi tesón inútil.
Cuando la línea roja se traspasa
y el trampantojo
adquiere la cualidad líquida del deseo
la brecha se hace ascuas.
Un batir de alas,
una hoguera,
el ave fénix se desangra.

Emprendo a veces,
sin querer saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas
y en el quebranto de mis noches
se alza la pesadilla de mi espada.
Debería acometer la conquista de otros mundos,
más allá de esta luz cegadora,
sumergirme, insumisa,
en las grutas de la certidumbre,
hacer del fósil mi estandarte
más inane.

Emprendo a veces,
sin querer saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas.
No ha lugar para la deserción,
la traición es un tabú en la garganta
y un reto salvaje.
Al toque de la corneta,
acomete la hecatombe.
El viejo me acompaña,
me enseña sus encías sin labios,
irradia el hedor
que declara mi derrota
y yo bajo la espada,
el mundo se descerraja.
En el pasadizo de rocas
vislumbro el vacío,
y aun así…

Emprendo a veces,
sin saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas
y, sin embargo,
no puedo,
no quiero,
no sé,
retroceder acaso,
huir,
rogar por una aministía,
dejar de empeñarme,
maldecir,
ser,
ciegamente
arrasar mi mundo
ya sin vida.

Dolors Fernández Guerrero

La telaraña

A ras de suelo, en mi telaraña,
urdo con hilos tercos
la untuosa voz de los secretos.
Hieren con voz de cristal,
falsos, quebradizos,
espejismos percutores
a los que solo cabe enfrentarse
a pecho descubierto.
El tiempo es un toro que embiste impasible
y arremete contra el recuerdo,
agigantando la invención
de un dolor sin paradero.

Un tiro en la sien dolería menos:
sería un final sin dilemas,
sin duelos ni padrinos,
a sangre fría,
un consuelo
sin vestigios,
sin testigos,
sin herida,
solo un cuerpo en su mortaja,
cadáver inmortal
que en el no ser resucita.

Mata la muerte
postergada,
el abanico de tus pestañas
y las palabras adivinadas,
las omitidas, las deliberadamente
calladas,
las que no ensucian
el olvido inexcusable,
el aroma del eucalipto,
la paloma mensajera,
el agua clara,
la nada.

Esta tarde solo sé
que cruje la telaraña.

Dolors Fernández Guerrero

Memoria de la piel

La memoria de la piel es un aserradero
cuando la arena del reloj estalla,
cuando las gaviotas huellan la playa
en busca de una presa
verde mar,
tras un ejército de hormigas,
atentas a sus renglones torcidos.

El amor es un bastardo sin hospicio,
lo sabes, yo también.
Pero se acerca la hora
y al otro lado de la ventana
las gaviotas, blancas,
afilan su chillido
y azuzan el hambre
con su vuelo rasante.
Cierro los ojos.
Tú me miras desde tu abismo,
desde él yo te miro.

El silencio es inmortal
en este desmoronamiento
de balbuceo sin vocales,
apenas una consonante.
Me desahucian los besos
rotos ante el espejo,
las hormigas hundidas en el vaso
casi vacío,
su líquido oscuro
derramándose,
atravesando fosforescente
mis pulmones
como un desafío.

Nada tiene sentido
y, sin embargo,
ahí está,
ahí estoy,
sin ti, conmigo,
inerte, materia que estalla,
arena disuelta,
piel con memoria.
Las gaviotas son testigo.

Dolors Fernández Guerrero

Átame

Átame al metal de tu alambrada,
sacia con tu aliento mi sed de ti,
pues se enciende en esta madrugada
el recuerdo de lo que un día fui.

Fue tu voz de caracola encantada,
que al abrigo de las olas bebí,
fue tu cuerpo de montaña encumbrada,
desde cuya cima el mundo aprendí.

Y en la escarcha de mis sueños tu danza
alimenta con saña el deseo
que arremete contra mí y me lanza

a una certidumbre en la que no creo.
Por eso al alba reclamo venganza:
átame a tus besos de Morfeo.