‘El peso de los muertos’, el fatalismo del recuerdo

PREMIO TIFLOS DE NOVELA 2006

Resumen

Se inicia la novela cuando Nahúm Márquez va a ser ejecutado en Barcelona, en el garrote vil, en el año 1945, acusado del asesinato de Amelia Quiroga, la hermosa mujer de un alto mandatario del régimen.
Luego se van dando saltos en el tiempo hasta llegar a un presente de los años 70. Franco está a punto de mirar y Lucía de Dios, la protagonista, regresa a Barcelona desde Viena, donde vive con su marido, Andrés, como refugiados políticos. Al llegar, lo primero que hace Lucía es ir a la Casa de Las Ceibas, en Siges, para dispersar allí las cenizas de su padre, fallecido en los años 40, cuando intentaba huir del comisario Ulises (apodado ‘Moro’ porque nació en Marruecos). Un amigo de la infancia, el psiquiatra Octavio Cruz, la ha llamado indicándole que Nahúm Márquez, al que ambos conocen y asistió al asesinato del padre de Lucía, está y vive recluido desde hace 30 años en un centro psiquiátrico. Ese dato activa a Lucía y su deseo de volver. Contra el consejo de su marido, organizan rápidamente el regreso, con pasaportes falsos.

La analepsis se centra en dos etapas. Durante los años 20, en Melilla, antes de la guerra del Rif. Ahí es donde se conocieron Nahúm (reclutado para el ejército) y el Moro Ulises, a la sazón un joven capitán, aficionado ya a los trapicheos y a la prostitución. El Moro Ulises consigue implicar a Nahúm como “camello” en sus transportes de hachís. Nahúm es un joven delgado, de mirada intensa, introvertido. Siendo niño su madre enloqueció y se suicidó en su Galicia natal, al tirarse por un acantilado. Poco después su padre también murió a consecuencia de unas fiebres.
La segunda época remite a los años 40 en Barcelona y describe la España depauperada de los bajos fondos de la ciudad, donde impera la corrupción ya desde el ámbito policial. Ahí es donde vive la protagonista, Lucía de Dios, una niña de 13 años, con su padre, Juan de Dios, sindicalista muy popular en su medio. El sindicalismo, perseguido por la dictadura y en el punto de mira de la Brigada Político-Social de la policía de la época, hace que el padre de Lucía sea extorsionado en Barcelona por el comisario El Moro Ulises. Por alguna razón que el libro no aclara, Juan de Dios espía a Amelia Quiroga. El hecho llega a oídos de su marido, quien exige al Moro Ulises que ponga fin al acoso. Esta circunstancia da la oportunidad al comisario para detener a Juan y extorsionarlo para que la ceda a su hija. Lucía pasa a convertirse en su amante y el en su proxeneta. Octavio Cruz, niño también y amigo de ella, la espía durante toda esta etapa, mientras ella mantiene relaciones con otros hombres.
Paralelamente, en el relato actual, se describe el deterioro de la relación entre Lucía y Andrés, quien no está al corriente de los detalles más escabrosos del pasado de su mujer. En Barcelona empieza a contactar con corpúsculos de disidentes universitarios e inicia una relación con Gilda, una joven comunista, estudiante de Derecho e hija de un importante abogado barcelonés. Mientras, Octavio consigue a Lucía un pase para que visite a un enfermo llamado Liviano del que sospecha que se trata realmente de Nahúm, quien entonces, por alguna razón que ambos desconocen, no habría muerto ajusticiado en el garrote vil. Lucía va a verlo y, aunque han pasado muchos años y él está muy desmejorado, ambos se reconocen. No obstante, no bastará una sola visita, ya que la presencia de Lucía trastorna mucho al anciano y tras verla sufre una importante crisis. En el centro, gestionado por una orden religiosa, Sor Amparo, una monja cordobesa de trato hosco pero de buen corazón, lo cuida desde que lo recluyeron, inexplicablemente a su juicio, en el ala este del edificio, la dedicada a los locos peligrosos.
Franco está agonizando y los que detentan entonces el poder tienen mucho interés en mantenerlo con vida. Se suceden los comunicados oficiales en radio y televisión. Temen que tras la muerte del dictador estallen conflictos sociales y haya represalias contra los franquistas. Por esa razón, un joven político, advenedizo y ambicioso, trama una conspiración. Debe hacerse público que las fuerzas del orden han desmantelado una organización terrorista, comunista, que quería atentar contra el orden establecido. De ese modo, quieren poner la opinión pública en contra de las facciones comunistas, contrarias al régimen franquista.
El Moro Ulises, enterado de la llegada de Lucía, considera que es el momento de vengarse de ella, ya que al escaparse de él en su adolescencia, ha dejado en él un profundo rencor. Siente que lo abandonó muchos años atrás. La novela no explicita de qué modo Lucía escapó del control del comisario, cómo llegó a Viena ni cuántos años ejerció la prostitución bajo el mando del Moro Ulises, pero sí aclara el intenso odio que él experimenta hacia ella. Por esa razón, los vigila, a ella y a su marido.
A través del amigo de Lucía, Octavio Cruz, a quien extorsiona, el comisario logra tender una trampa a Andrés y al corpúsculo disidente, así como a Lucía. Apresan a ambos, mientras que a la amante universitaria de Andrés, hija de una familia pudiente, la dejan ir sin problemas. Torturan a Andrés y a consecuencia del daño infligido, muere. En un acto de aparente misericordia, el comisario deja a Lucía que lo vea y Andrés muere entre sus brazos. A Lucía la torturan psicológicamente y la violan en grupo los policías que la han apresado. Finalmente, la liberan, pero no dejará de estar bajo el punto de mira del comisario Ulises.
Esa misma noche, Octavio Cruz y Gilda, en un ataque de remordimientos, deciden actuar y citan al comisario Ulises en un burdel. Allí acuden Octavio y Gilda, vestida para la ocasión. Cuando el comisario se presenta se produce un forcejeo y Octavio, que ha cogido preventivamente un arma, lo mata. Ese hecho, en principio fortuito, hará que Lucía logre escapar del policía que la persigue por orden del comisario con instrucciones para asesinarla. El policía decide divertirse con ella antes y Lucía aprovecha que baja la guardia para cortarle el cuello con su propia navaja. 
Se describe paralelamente en los años 40 cómo Nahúm se convierte en el médico de confianza del general Quiroga y cómo se enamora de su esposa. El marido descubre la relación entre ambos y ordena a Nahúm que envenene a su mujer o, de lo contrario, lo asesinará a él. Le asegura que no se le inculpará porque ya tienen a otro chivo expiatorio: Juan de Dios, espía de Amelia y sindicalista bajo vigilancia, del que temen algún acto terrorista.
Las cosas se complican porque Juan, un día, asqueado de su propia debilidad y cobardía y canalizando su odio hacia Lucía, la humilla ante Nahúm, quien se encuentra a padre e hija casualmente por la calle. Nahúm, intrigado, los sigue, mientras Juan conduce a su hija a la zona portuaria. Allí la lanza sobre una montonera de aparejos y la viola brutalmente. Nahúm, escondido, lo ve, pero también asiste al mismo acto Octavio. Cuando acaba, Lucía, dolida y odiando a su padre, se levanta y le clava un gancho por la espalda tres veces. Nahúm sale de su escondrijo, indignado, y lo golpea en la cabeza. El asesinato quedará impune porque Nahúm avisará al Moro Ulises de lo sucedido. La versión oficial será que Juan, disidente político, huía del comisario y este tuvo que dispararle. Solo Nahúm y Octavio sabrán la verdad.
Con la muerte de Juan se quedan sin culpable para el asesinato de Amelia. No obstante, Nahúm es apresado y condenado a garrote vil, al confesar su acción por carta al general Quiroga. Sin embargo, no se aclara si por obra de Quiroga o del Moro Ulises, Nahúm no llega a morir en la ejecución. A manos del verdugo solo pierde el conocimiento y es internado de por vida en un sanatorio mental. Allí se comporta durante años como si hubiera perdido la razón.
De vuelta a los años setenta, Nahúm se suicida en el centro psiquiátrico, después de haberle confesado lo que vio a Lucía aquella tarde en el puerto. Con la muerte de Franco y tras quedar abortado el plan de encontrar una célula subversiva con la que caldear el ambiente, Lucía se va recuperando física y psicológicamente, entabla amistad con Gilda y se decide a comprar La Casa de las Ceibas. Ha editado un libro explicando sus experiencias traumáticas que ha sentado muy mal en su entorno, tanto entre los comunistas, que la acusan de facha; como en el lado contrario, que la juzgan una comunista subversiva.
En el epílogo, Gilda le entrega una carta de Amparo, la monja que cuidó durante años a Nahúm en el sanatorio mental. En ella, la monja, que sospechaba algo, le manifiesta que ha llegado a la conclusión de que la locura de Nahúm era fingida y la anima a hacer justicia escribiendo un segundo libro.
Fatalmente, cuando Lucía va a visitar las obras de La Casa de Las Ceibas, pierde el control del coche por un fallo en la palanca de cambios y se estrella despeñándose por un acantilado.
El lector se plantea si ha sido un accidente casual o provocado, pero no se dan datos en un sentido u otro.

Características generales

Atmósfera densa, negra y fatalista. Los sentimientos de los personajes se corrompen, hasta el amor, la gratitud o la confianza, ya que el ambiente es hostil y despiadado.
Las relaciones amorosas están cargadas de secretos y acaban por suscitar rencor o una profunda frustración.
Por lo mismo, la visión de la familia es un fardo que pesa sobre las espaldas de sus protagonistas. Los progenitores no han sido capaces de proteger la infancia de los que estaban a su cargo.
Vena lírica muy lograda en los pasajes relativos a la niñez de Nahúm en Galicia, cuando su madre se suicida. Lucía parece un ser vaciado de cualquier emoción positiva e irradia un cierto misterio que provoca en los demás una atracción patológica.
El mensaje parece decirnos que el fatalismo marca las vida de los que nacen pobres y que son inmiscibles con los que pertenecen a clases altas, más afortunadas en todos los sentidos. Miseria y pobreza (económica y moral) forman un tándem desesperanzador que lo corrompe todo a su paso.

Trasfondo político

Hay una voluntad por ajustar cuentas con el pasado, vengativo y cruel, de la dictadura franquista. Se denuncian sus crímenes pero también se desenmascara la idea de una transición pacífica, puesto que la clase instalada en el régimen hará lo posible por perpetuarse en el poder y blanquear su imagen.
Los largos brazos del poder que han detentado durante 40 años es mucho más poderoso de lo que nadie pueda prever.

Vileza y pederastia

El abuso del poder, la violencia, la perderastia y la prostitución suelen aparecer en las obras de Del Árbol, de un modo explícito y descarnado:
-El hijo del padre: pesa como una amenaza sobre el padre del protagonista, aunque se descubra finalmente que era mentira.
Nadie en esta tierra: el protagonista es víctima de abusos por parte del mejor amigo de su padre.
-El peso de los muertos: la protagonista los sufre durante su niñez, además de ser víctima de explotación sexual.
A pesar de la crudeza con que se va desgranando el argumento, hay momentos de profunda ternura, especialmente cuando la historia se aproxima al mundo de los niños.

Estilo

Pulso firme, con una trama compleja muy bien trabada que denuncia los males y la abyección de nuestra sociedad. La mujer, los niños sufren por sus propias características más que el resto de los personajes.
Sin embargo, la visión de la mujer no es de un ser victimizado, al menos no en su totalidad, sino que son mujeres (Clara en Nadie en esta tierra, Lucía en El peso de los muertos) luchadoras que se sobreponen, a pesar de todas las desventajas imaginables.

Víctor del Árbol: El peso de los muertos, Editorial Alrevés. Barcelona, 2016