Hay oquedades que contienen
corazones desvestidos de sí mismos,
retablos costumbristas
de la medianoche,
antifaces con sonrisa.
Una noria con ribete de cristales
aligera los cuerpos,
pura piel efervescente
que se disuelve en besos
contra el aire.
Mientras, los cangilones
giran, ignorantes.