No podía estar más contenta y agradecida. Uno de los primeros lectores de El club del tigre blanco, el filólogo y profesor universitario emérito Laureano Bonet, hace las siguientes reflexiones acerca de mi novela:
“Quisiera subrayar que consigues alcanzar algo siempre huidizo en el arte narrativo: que el lector se quede enganchado desde las primeras páginas. Curiosamente es lo que me ocurrió cuando leí por primera vez las “Grandes esperanzas” de Pip, tan presente en tu libro. Yo soy un fan de Dickens desde mi ya tan lejana adolescencia…
Por otro lado, manejas muy bien los tiempos y los espacios, y ello sin pausa alguna, mediante diversas elipsis que recuerdan un poco la técnica del actual relato televisivo. Y me ha gustado mucho, también, la amplitud de registros lingüísticos que van intercambiándose a lo largo de la novela: el culturalista, el religioso, la jerga de los prostíbulos y los bajos fondos de la metrópoli…
El sarcasmo, la ironía, el desdoblamiento de diversos personajes logran crear en “El club del tigre blanco” una atmósfera, repito, que atrapa y te envuelve a modo de telaraña. Un mundo donde las verdades y las mentiras se mezclan entre sí en forma carnavalesca e incluso –en no
pocas páginas– abiertamente guiñolesca.”