Átame

Átame al metal de tu alambrada,
sacia con tu aliento mi sed de ti,
pues se enciende en esta madrugada
el recuerdo de lo que un día fui.

Fue tu voz de caracola encantada,
que al abrigo de las olas bebí,
fue tu cuerpo de montaña encumbrada,
desde cuya cima el mundo aprendí.

Y en la escarcha de mis sueños tu danza
alimenta con saña el deseo
que arremete contra mí y me lanza

a una certidumbre en la que no creo.
Por eso al alba reclamo venganza:
átame a tus besos de Morfeo.