Memoria de la piel

La memoria de la piel es un aserradero
cuando la arena del reloj estalla,
cuando las gaviotas huellan la playa
en busca de una presa
verde mar,
tras un ejército de hormigas,
atentas a sus renglones torcidos.

El amor es un bastardo sin hospicio,
lo sabes, yo también.
Pero se acerca la hora
y al otro lado de la ventana
las gaviotas, blancas,
afilan su chillido
y azuzan el hambre
con su vuelo rasante.
Cierro los ojos.
Tú me miras desde tu abismo,
desde él yo te miro.

El silencio es inmortal
en este desmoronamiento
de balbuceo sin vocales,
apenas una consonante.
Me desahucian los besos
rotos ante el espejo,
las hormigas hundidas en el vaso
casi vacío,
su líquido oscuro
derramándose,
atravesando fosforescente
mis pulmones
como un desafío.

Nada tiene sentido
y, sin embargo,
ahí está,
ahí estoy,
sin ti, conmigo,
inerte, materia que estalla,
arena disuelta,
piel con memoria.
Las gaviotas son testigo.

Dolors Fernández Guerrero