Aquel sabor era delicioso, diferente a cualquier cosa que hubiera probado antes. Tenía un aroma profundo que parecía brotar del fondo del mar y una contundencia en boca que pedía rastrear en las profundidades de su garganta.
Cuando él exhaló su estertor de placer, ella deglutió toda su sustancia con glotonería. Después levantó la cabeza y dijo: “Ahora me toca a mí, cariño”. Y, desnuda como estaba, se estiró sobre el lecho.