-Acércate más. ¿Quién te ha dicho que no hables con desconocidos? Soy tu amigo. ¿Quieres que te dé una piruleta? No la he chupado.
-Vámonos, que llegamos tarde –gritó una madre desde un banco del parque.
-Adiós –dijo la niña, girando sobre sus talones y echando a correr.
Entonces, una hoja de parra movida por el viento improvisó un taparrabos sobre sus genitales. Decidió abrocharse la gabardina y buscar por otro sitio.