El tucán

tucanesToc toc. ¿Hay alguien?
Y entonces lo vi, al otro lado de la ventanilla. El tucán traspasó el vidrio y se sentó a mi lado. Con su hermoso pico me escribió su número de teléfono en el antebrazo.
Me sedujo con el apresto de su plumaje, con su voz cantarina de barítono.
-Volveremos a vernos, si tú quieres. –Y se alejó revoloteando al llegar a la siguiente estación.
No me di cuenta al ducharme de aquellos números garabateados en mi piel. El agua se llevó por el sumidero su tinta de ave verde, amarilla, negra. Solo cuando me sequé con la toalla lo recordé pero ya era demasiado tarde.
Cada día hago el mismo trayecto camino del trabajo. La misma estación de metro, la misma hora, el mismo vagón. Sin embargo, el tucán no ha vuelto a aparecer.
La palidez de mis brazos me entristece. Me recuerda la exuberancia del tucán y mi torpeza.