La vida son muchas vidas aunque no queramos reconocernos en algunas de ellas.
No deseamos, en esa galería de espejos, ver nuestra imagen chata ni admitimos la metamorfosis en un Greco alucinado.
Sin embargo, no dudamos en embalsamar nuestro recuerdo con flores cuando se nos antoja ejemplar.
Un juez estricto, forjado a lo largo de los siglos, nos inoculó su veneno. Hoy se alza, dictador implacable, para darle sentido al sacrificio, para cobrarse los tributos del placer y el desacato.
Su azote es despiadado. Las cicatrices que nos cruzan la espalda jamás sanarán. Serán el oneroso testimonio de que la vida son muchas vidas.
Hoy todas ellas se amontonan en un mosaico desencajado de teselas confusas. No podemos ver más.
La vida son muchas vidas aunque no queramos reconocernos en algunas de ellas.