Guerra perdida

Emprendo a veces,
sin querer saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas.
Yo lo sé
y los desgarrones en mi piel
dan fe de la contienda
y de mi tesón inútil.
Cuando la línea roja se traspasa
y el trampantojo
adquiere la cualidad líquida del deseo
la brecha se hace ascuas.
Un batir de alas,
una hoguera,
el ave fénix se desangra.

Emprendo a veces,
sin querer saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas
y en el quebranto de mis noches
se alza la pesadilla de mi espada.
Debería acometer la conquista de otros mundos,
más allá de esta luz cegadora,
sumergirme, insumisa,
en las grutas de la certidumbre,
hacer del fósil mi estandarte
más inane.

Emprendo a veces,
sin querer saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas.
No ha lugar para la deserción,
la traición es un tabú en la garganta
y un reto salvaje.
Al toque de la corneta,
acomete la hecatombe.
El viejo me acompaña,
me enseña sus encías sin labios,
irradia el hedor
que declara mi derrota
y yo bajo la espada,
el mundo se descerraja.
En el pasadizo de rocas
vislumbro el vacío,
y aun así…

Emprendo a veces,
sin saberlo,
a contrapelo,
guerras de antemano perdidas
y, sin embargo,
no puedo,
no quiero,
no sé,
retroceder acaso,
huir,
rogar por una aministía,
dejar de empeñarme,
maldecir,
ser,
ciegamente
arrasar mi mundo
ya sin vida.

Dolors Fernández Guerrero