No me digas que fue un sueño
ver las manos entrelazadas,
por una vez,
empuñando la libertad en lugar de armas.
No me digas que soy ilusa
porque aspire a saciar
millones de bocas hambrientas
en tierras desheredadas, sin casta.
No me digas que soy poeta
porque aún crea que las palabras
calman la sed del alma
y el corazón, a bocajarro, rescatan.
Mejor, dímelo si quieres: soñadora, ilusa, poeta,
pero únete a mi causa,
y socavemos la injusticia
del que llora, suplica o reclama.