No se trata de justicia, sino de percepciones.
No es por hablar de razón, solo de malabares.
Porque la vida ni es justa ni razonable,
más bien una realidad inasible, equívoca,
una nube de sueños que jamás mira hacia atrás.
El mañana, algo opaco y fútil,
un oráculo de escepticismo y humo
para quien espera leer en inexistentes renglones
los frutos de su tesón.
Pero no se trata de justicia o razón,
ni siquiera de laureles o bacanales,
sino de crear pasarelas de cristal
que no oculten el ocaso de la tarde.
Solo es por hablarle a las caracolas del mar.