El riesgo léxico de “vivir en pareja”

amor-de-parejaQuisiera encontrar la palabra justa en el momento preciso. Y sin pretensión de ser poética. No van por ahí los tiros.
Puede que sea falta de pericia verbal, torpeza o como queramos llamarlo. ¿Tal vez un lapsus linguae? ¿Quién no ha sufrido unos de esos latinajos varios centenares de veces en su vida?
El caso es que a veces, a la hora de nombrar determinados hechos o personas concretas titubeo, me tiembla el labio o incluso tartamudeo en busca del vocablo idóneo.
Descarto que padezca algún trastorno del habla y me quedo con la sensación de que el español –al menos el de España− es insuficiente para lo que quiero expresar en ese momento. Noto que el idioma se me ha quedado desfasado.
Es muy grave. No hay que tomarlo a broma. En unos casos no existe la palabra que busco y tengo que conformarme con la más cercana, en significado, claro; en otros, el término que le corresponde se ha ido cargando de tantas connotaciones negativas a lo largo del tiempo que yo, como hablante, me declaro en rebeldía. Mil reticencias me impiden emplearlo.
Y ¿cuándo sucede esto? Por ejemplo, cuando el tema se centra en el ámbito de la familia, de las “nuevas familias”. En las últimas décadas se ha convulsionado de tal manera el panorama familiar, que la estructura tradicional de padre, madre, hijos comunes y hermanos con lazos de sangre ha perdido la hegemonía. El nuevo entramado social ha puesto en escena nuevas “familias” con una complejidad mucho mayor, y la cosa va en aumento.
Empezaré por el principio, que lo que bien empieza bien acaba. Y aquí me ha salido la vena sanchopancesca. Don Quijote diría algo parecido a “otro día acometeré mayores empresas en lo tocante a tan discreta disquisición”.
¿Cómo llamo a los que viven juntos sin estar casados? ¿Pareja, compañeros, novios? No me convence ninguno. Son sustantivos que no definen específicamente la situación, sino que se pueden utilizar en contextos muy variados.
Y para muestra, un botón: “la pareja de la Guardia Civil”, “una pareja de baile”, “ser compañeros de fatigas”, “un compañero de clase”, “mi compañero de trabajo”.
El valor semántico de pareja y compañero/a alude a una realidad mucho más amplia que la que aborda una relación sentimental entre dos personas. Realmente son vocablos que se refieren a una relación entre dos –pareja− o entre más de dos –compañero/a−, los cuales comparten un espacio –la fábrica, la oficina, el colegio, etc.−, una afición o lo que sea. Las redes creadas no quedan circunscritas al reducido ámbito de los amores bidireccionales, sino que se extienden más lejos.
Otro es el problema cuando uso el sustantivo novio/a. El significado queda acotado al contexto sentimental -¡bien!- pero la palabra introduce un matiz importante. El “novio” es aquella persona con la que uno planea casarse según la primera acepción del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE). Que la relación llegue o no a ese puerto depende de un sinfín de condicionantes, pero aquí lo que cuenta es la intención. Y aunque la tercera acepción del DRAE incluye el concepto de relación amorosa sin alusiones al matrimonio, en la segunda se vuelve a hablar del vínculo sagrado del siguiente modo:

novio: persona que está a punto o acaba de casarse.

Es innegable la carga matrimonial de la palabra, como puede contrastarse por sus dos primeras acepciones. Tampoco se puede olvidar que culturalmente novio/a va intrínsecamente  asociado a personas jóvenes que inician una vida en común. Todas estas razones hacen que no me guste para referirme a una pareja adulta que está vinculada emocionalmente pero cuyo propósito no es casarse, pese a mantener una relación estable y pública. He dicho.
¡Uf, vaya lío! Si digo pareja, los más tradicionalistas quizás piensen que hablo de una pareja “liberal” sin fundamento ni futuro y si digo novio/a parece que me refiera a alguien de veinte años ocupado en decidir el menú de su futuro banquete de bodas. Al final, mejor utilizo el nombre de pila de la persona en cuestión y fuera problemas. Total, si lo normal es que nuestros interlocutores ya posean información extraverbal previa, no hace falta hacer tantas aclaraciones.
No me extraña que ante la disyuntiva muchos opten por decir marido/mujer y santas pascuas. Yo misma me siento tentada. No obstante, haciendo honor a la verdad, yo diría que pareja está saliendo triunfante en el complicado mundo de las designaciones  sentimentales. De hecho, ya existe la locución “relaciones de pareja” que se refiere a esa temática en toda su amplitud: convivencia, sexualidad, psicología, etc. En general pareja es percibido como un término más amplio, no marcado con connotaciones de ningún tipo, sin matices, donde caben diferentes estilos de vida y, por consiguiente, donde se aceptan toda clase  de relaciones.
Dicho de otra manera, que no me decido. Hoy por hoy, en el marco de las relaciones no matrimoniales estables conviven: marido/mujer, compañero/a, novio/a, pareja. Y yo no sé ni qué decir.
¿Quién da más? Yo creo que las relaciones humanas que admite la sociedad actual se mueve en un mar proceloso. Cuando amaine la tormenta veremos qué nuevos derroteros toma: ¿un préstamo lingüístico de otro idioma, alguna metáfora, la redefinición de un término existente? Es difícil hacer conjeturas. Tendremos que recurrir a Don Quijote.
Cualquier elección es arriesgada, como la “vida en pareja”, como las aventuras de un caballero andante.