Cuando César Vallejo inventó “Trilce”

Cuando César Vallejo (1892-1938) escribió Trilce (1922), recibió numerosas críticas y fue objeto de burlas y desaires por parte de colegas y críticos. De hecho no fue hasta el último tercio del siglo pasado que la obra fue rescatada del olvido.
No en vano la poesía de Trilce es absolutamente innovadora, atrevida, desinhibida, como un juego poético de una frescura, de una osadía difíciles de digerir por mentes conservadoras. César Vallejo altera a su antojo lexemas y morfemas, sintaxis y ortografía. Y eso desde el comienzo, antes incluso de abrir sus páginas, puesto que ya su título, Trilce, es una palabra inventada, un neologismo propio de Vallejo, circunscrito a su personalísimo mundo literario.
Sin embargo, no hay que confundirse, tras el experimento verbal -para algunos descabellado e ininteligible- César Vallejo pretende comunicar un mensaje  de gran complejidad en el que realidad y fantasía se dan la mano. De esta simbiosis nace una entidad rejuvenecida, impregnada de los nuevos tiempos, de las nuevas corrientes de pensamiento imperante, cuya plasmación artística modelaron las vanguardias; en definitiva, de la nueva mentalidad transgresora y descarada de los años 20.
Es cierto que esta misma re-codificación del lenguaje entraña un cierto grado de dificultad, pero también lo es que, una vez logras la llave que abre los significados, lo que encuentras tras sus versos es un sentido revitalizado y lleno de luz, un deleite para la inteligencia, emoción en estado puro.

¿Qué os parecen estos versos de viernes?

VERSOS DE VIERNES Y FELIZ FIN DE SEMANA

VI

El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy no he
de preguntarme si yo dejaba
el traje turbio de injusticia.

A hora que no hay quien vaya a las aguas,
en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las cosas
del velador de tánto qué será de mí,
todas no están mías
a mi lado.
Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.

Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma. Que mañana entrará
satisfecha, capulí de obrería, dichosa
de probar que sí sabe, que sí puede
¡CÓMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.