Concha de arena,
acogida y trabada
entre cristales de nácar,
de tu belleza señora,
convicta de Luna llena y pleamar,
en el único hábitat de la nada,
tan hermosa y perfecta.
Infinitesimal cadencia
de un ser que no está porque es,
simplicidad sin fondo
que emerge indolente,
como la fe del eremita
o el llanto del neonato.
Esencia, origen, meta.
Concha de arena,
muda, pletórica,
eres materia de oasis
en el equívoco de lo inerte.
Cuando tus dunas canten
el son grave del tiempo
yo ya estaré muerta.