El aullido

El aullido de la noche sajará la carne
con saña de usurera,
con la voracidad del tiempo,
como se reabren las fístulas
que jamás sanaron
entre la epidermis y el hueso.
El nosotros yerto,
sobre los tejados,
tensando músculos y miedo,
y mi cuerpo,
un ovillo de uñas estriadas,
de pies anclados
y manos sin tinta.
No tejeré jerséis inconclusos
ni proyectos
con olor a pan tierno.
Sin agujas, sin trazos
en el aire
que silben la voz hecha verbo
se abrirá la fosa,
la que sepulta entre la piedra
mi carne y la piel del membrillo,
fruto del terciopelo.