El gigante

Sobre un altozano
te vi
a ti,
enérgico, enigmático.

Avanzaste lento,
seguro en tu espacio,
ignorando
el ignoto sueño
que reptaba en mi ánimo
para luego
mirarme ajeno,
feliz.

Te sentí,
avancé un paso
con manos llenas
y dibujé un sí.

Ahora tu acento
es mi eco humano
con raíz,
el del amor marcado
a fuego y hierro,
resabiado
por días y años,
por daños espías
lacerantes
como cuencas vacías.

Se destila la duda
del ansia en barbecho
mientras la oscuridad de mis ojos
te otea a lo lejos,
enredado en mi sueño,
como liliputienses
empeñados
en maniatar a un gigante
de carne y hueso.