En mi refugio tus uñas son
la terminación de mis dedos;
mis pechos, juguete de tus dientes;
y secuaces de tu saliva
son los poros de mi garganta
que rechina de deseo.
Como lengua de mar
invades mis dunas y mi puerto
con tu avasalladora ola
de besos y gemidos secretos.
Al compás de este barco
sin remos
hallo refugio ardiente
a golpes de yunque
contra martillo,
ahondando en las simas
de lo abisal.
Ya no temo a la pleamar,
ni siquiera en luna llena,
porque en vano busqué
su bendición o reproche
entre miríadas de estrellas.
Y si la absolutista luna
con su belleza de espejo
nos contempla en la fragua
interminable de la noche,
verá cómo nuestros cuerpos
son rumor de escarcha,
abrazo de ola,
espuma de sal,
un latido de de caracola.