“Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace.”
Juan Rulfo, Pedro Páramo
Llueve sin patente sobre el páramo,
pero sin Pedro que aliente mi prosa
no hay color ni esfera hermosa
que torne mágico
el realismo demacrado de mis noches sin ti.
En tu aliento bebí el elixir
de la vida titubeante, con anhelo
de más lunas radiantes, de más luceros.
Y te perdí, así,
sin apenas percatarme,
sudando el dolor de mis ojos
que a la pura fuerza te atisbaban lejano…
Y ya no fui feliz.
A sabiendas tuve que dejarte ir
para que arredraras la tristeza
de otro monte, de otro llano.
En el eco de tu marcha
mil espadas blandieron un mar de canciones,
una azada tembló al herir los surcos
del campo que latía con ansia.
Oí el grillo al anochecer
y la avutarda en su nido
y grité a la aventura tu nombre, Pedro,
pero sólo vi a lo lejos el páramo.
Sólo me consoló ver su desolada
y gélida vastedad de amiga
que se asusta en las noches sin luna,
como yo ante mi penumbra.