El contubernio judeo-masónico-comunista en “El cementerio de Praga”

contubernioEl caudillo de España, Francisco Franco, empeñado personalmente en la causa antimasónica, emprendió la persecución de masones, comunistas y de personas afines a algún grupo “clandestino”.  En esto consistió la lucha franquista contra el contubernio judeo-masónico-comunista.

Se inauguraba un período de oscuridad para los hermanos masones, ya que la convulsa Europa de la primera mitad del siglo XX los persiguió sin descanso.

Del mismo modo, a los judíos se les señalaba como culpables de todos los desórdenes sociales y se les tildaba de peligrosos para el statu quo de las naciones europeas.

Ante este panorama sociopolítico Franco no fue una excepción, sino que, por el contrario, con sus represalias se hacía eco de una tendencia antimasónica y antisemita que se remontaría a dos siglos atrás.

Las dictaduras europeas ante la masonería

Por diferentes razones las dictaduras europeas, más o menos coetáneas de Franco, iniciaron una enconada lucha contra la masonería, a la que se asoció con judaísmo y comunismo, en función de la enemistad de cada autocracia.

El gobierno ruso, desde la subida al poder de los bolcheviques en 1917, declaró que la masonería era “tan reaccionaria como la Iglesia y el catolicismo”. Algo en lo que coincidían tanto Trotsky como Stalin.

Bajo Mussolini, en 1925, la masonería fue considerada una sociedad secreta incompatible con los derechos de los ciudadanos ante la ley. Es decir, no era admisible “en una sociedad donde se primaba la libertad y la soberanía del Estado”, en palabras del Duce. Hoy día no deja de sorprender este razonamiento tratándose de un régimen totalitario.

El nazismo de Hitler, por su parte, vinculó la masonería -considerada una sociedad secreta peligrosa- con el judaísmo internacional, razones en las cuales fundamentó su persecución y el holocausto judío.

En este sentido el informe La francmasonería, de Dieter Schwarz, fue definitivo para adoctrinar a los seguidores nacionalsocialistas en contra de masones y judíos, a partir de entonces unidos en un binomio indisoluble: “[la masonería] Constituye la vanguardia liberal-burguesa del judaísmo mundial.”

Con estos antecedentes la confluencia de Francisco Franco con el nacionalsocialismo alemán, del que siempre fue aliado, parece evidente. En consecuencia, podría decirse que el régimen de Hitler fue la fuente de inspiración que derivó en el llamado “contubernio judeo-masónico-comunista”, tan pregonado por el Caudillo hasta el final de sus días, allá por el año 1975.

Pero ¿por qué diferentes gobiernos de países tan distintos coincidieron en un mismo hecho, la prohibición y penalización de la masonería?

Pues sin pasar por alto que tanto España como Alemania, Italia o la Unión Soviética eran regímenes dictatoriales, el profesor Agustín Celis ha echado luz sobre este asunto en su documento ¿Qué es eso del “contubernio judeo-masónico-comunista”?

Con gran detalle, este estudio ha especificado que en los casos citados anteriormente se ha tratado de “la estrategia de los autócratas que precisan de una bestia negra a la que echar la culpa de todos los males y justificar así las tropelías que ellos cometen. La de Hitler fueron los judíos; la de Stalin, los trotskistas; la de Franco, los masones.”

El documento de la conspiración judía y El cementerio de Praga

De los judíos sé lo que me ha enseñado el abuelo:
-Son el pueblo ateo por excelencia -me instruía-. Parten del concepto de que el bien debe realizarse aquí, y no más allá de la tumba. Por lo cual, obran solo para la conquista de este mundo.” (Umberto Eco, El cementerio de Praga. Milán, 2010)

Por inverosímil que pueda parecer en ocasiones el argumento de El cementerio de Praga, no cabe duda de que en esta novela Umberto Eco ha realizado un retrato fidedigno del escenario sociopolítico de la época. Y más aún, ha descrito con precisión de cirujano el rocambolesco proceso que condujo al protagonista de la novela -el capitán Simonini- a elaborar un documento con el que acusar al pueblo judío de una conjura maquiavélica para apoderarse del mundo. No es de extrañar, pues, que se reproduzcan muchos nombres, personajes, lugares y acontecimientos reales de la época, en la intrincada trama creada por el autor.

Pero este documento, eje central de la novela de U. Eco, no es solo un relato novelesco, sino que realmente se corresponde con el verdadero origen del panfleto más influyente del antisemitismo: Los protocolos de los sabios de Sion.

En este punto cabría destacar el valor histórico de la novela, puesto que las intrigas y ambiciones políticas descritas en El cementerio de Praga tienen un perfecto paralelismo con las vicisitudes acaecidas en Europa desde mediados del siglo XIX hasta mediados del s XX.

En un contexto plagado de desórdenes públicos, de relevos políticos -la caída del Antiguo Régimen, la Revolución rusa en 1917- y de espionaje de estado, prevalecieron intereses poco claros (y menos confesables) que hicieron posible la impostura de un documento inventado, obra del capitán Simonini en la ficción de El cementerio de Praga y del novelista Hermann Goedsche en la vida real.

Los protocolos de los sabios de Sion

Hermann Goedsche, autor de la novela Biarritz (Alemania, 1868) escribió el famoso pasaje que ha pasado a la historia con el nombre de Los protocolos de los sabios de Sion. En él se describía a 13 personajes judíos celebrando la fiesta de los Tabernáculos mientras exponían sus planes para apoderarse del mundo, con medidas tales como la emancipación política, el permiso para que los judíos ejercieran profesiones liberales o el dominio de la prensa, por citar solo algunas.

Hay que tener en cuenta que en toda Europa la situación de los judíos en las respectivas sociedades distaba mucho de la del resto de ciudadanos pues, entre otras cosas, tenían vetado el acceso a cargos públicos o el desempeño de determinadas profesiones.

El sinuoso camino que siguió este fragmento hasta convertirse en documento “veraz”, apoyo de políticos y gobiernos antisemitas, fue algo surrealista.

En definitiva y resumiendo mucho, podría decirse que el texto de Goedsche se inspiró en unas cartas escritas por un oficial italiano llamado J. B. Simonini -este sí, un personaje real, cuyo nombre coincide deliberadamente con el protagonista de U. Eco-, antisemita furibundo, en las que denunciaba la presencia de judíos en las logias masónicas.

En el París de 1881 el capítulo de Biarritz, referido a la reunión de los judíos, se publicó en un diario como documento verídico, aunque con algunas modificaciones que le hicieron ganar credibilidad.

Bajo otro título Los protocolos aparecieron de nuevo publicados en un diario ruso en 1903, y en 1906 se publicaron en Rusia como panfleto independiente.

El nombre actual de Los protocolos de los sabios de Sion es la forma abreviada de Protocolos extrañados de los archivos secretos de la Cancillería Central de Sion (donde se halla la raíz del actual desorden de la sociedad en Europa en general y en Rusia en particular).

No debería pasar inadvertido que eran los años previos a la Revolución rusa y que cualquier ideología no gubernamental se percibía como un atentado antizarista.

Contubernio o manipulación informativa

Así pues, parece evidente que el tan pregonado contubernio judeo-masónico-comunista no ha dejado de ser un instrumento ideológico y político al servicio de los gobiernos totalitarios, ya desde su aparición en 1820 y hasta la muerte del último de sus defensores -Francisco Franco- en 1975.

Pese a todo, aún hay voces antisemitas y antimasónicas que siguen analizando los hechos y fenómenos que acontecen en la sociedad actual bajo la luz de las mismas teorías conspirativas.