La noche de los zombis

zombi

Se rompe la noche en la ciudad,
la noche de los zombis.
Hay sombras de harapos,
refugios de plástico, de papel,
relicarios de contornos incoloros
sin medida
y coitos sin manos,
sin sexo, sin labios.

Desde su orilla, los zombis
atrapan la oscuridad.
No hay sirga que los arrastre
con fuerza del otro lado
ni Estigia que en su voracidad
ansíe sus cuerpos apedazados
que solo aprendieron
más tarde, más lejos, jamás.

La noche de los zombis es
ciega y sorda,
y hay nombres impregnados
en el cartón de los colchones.
En el subterfugio de algún parque
sueñan heraldos sin madrugadas,
sin cajeros, bancos, soportales.
La sobriedad es la locura de la razón.

Hace frío en la noche de los zombis,
y duele la herida de hielo,
el cuchillo, la patada,
la cerilla, la gasolina, el fuego.
Cartón, plástico, reliquia,
cuerpos, vacío, ceguera.
El rosario del zombi
es una culebra que repta, lenta.