Arrasados los ojos por el rímel y el sueño, se dirigió cansinamente a su dormitorio. Convertir en celebración cualquier circunstancia era una de sus ¿escasas? cualidades. Aquella noche él, ella, todos habían celebrado su marcha a Hamburgo, su nuevo puesto de ingeniera. El vino anega los rastrojos que te pinchan hasta convertirte en erizo. Un brindis y adiós, amor mío.