Con tu afilada navaja, padre,
hice un corte limpio,
recto, profundo
en la carne del dragón.
La cabeza se separó del resto
y se estremeció convulsa.
Fue el movimiento empírico
de una lagartija en llamas.
Triste carambola del azar.
Ponerla en mi camino
fue solo la respuesta
a un cuento sin princesas.