Archivo de la categoría: Poesía existencial

Sueños de un astronauta

astronauta

Tengo satélites dentro de mi cabeza.
Sonámbulos, giran
en una carrera loca,
en trayectorias cruzadas
que alteran la danza del universo.

Oscilan de una sien a otra,
como latigazos de insinuación
contra el pensamiento lógico.
Desearía volverme ubicua
y despoblar la zona atrincherada de mis cejas.

Sería –creo yo- igual que arrancar
una cúpula a una azotea opaca
y contemplar el espacio
sembrado de interestelares ideas,
todas posibles, todas recién nacidas.

Sobre mis ojos, a través de la ranura abierta,
buscaría nuevos planetas
y orbitaría alrededor de ellos
en una orgía celeste,
lejos de mí, olvidada de la Tierra.

El astillero

astillero

Hiela en este rincón del astillero
donde se arman las costillas
una a una
y en un regazo desconocido
se acunan ráfagas,
presagios del viento del norte
que se filtran entre rendijas
apuntaladas con cal.

Hiende la verdad por su clarividencia
el mismo centro del meridiano
y acaba inventando
una mentira
tan pálida y ojerosa
que nadie se la cree,
a pesar del maquillaje
sobre su media sonrisa.

Hieren los peldaños que descienden al vértigo.
La condena para el vencedor
es un repiqueteo de gotas de acero
aunque la sequía,
el tiempo ante su stop,
el paraguas afilado
compongan un caligrama
que se traiciona en cada beso.

 

Bajo el sombrero

sombrero

Siento que una sombra
me mira a lo lejos
desde aquel desfiladero.
Reviste su asombro
con un traje negro
y paga la salvación de su alma
con los gemelos
de su camisa blanca,
con el nácar de un camafeo.

Siento su presencia,
aunque apenas lo distinga
bajo la cornisa de su sombrero.
Me inquietan los ojos
que no veo,
la débil sonrisa,
si acaso algún día
supieron trazarla con tiralíneas
sus resecos dedos.

Siento que me acecha
con la calma
de quien no se esconde.
Siento que perpetra su intento
con infinita paciencia,
como ave rapaz
que espera el sacrificio,
mi transustanciación
en cordero.

Siento que el futuro
se difumina
tras una pantalla,
fallida ficha de dominó
sin reflejo.
Rebasa mi conciencia
y no quiero asomarme
a su cara desdibujada,
aunque me atrape el misterio.

Siento que soy
becerro de oro.
Siento que no puedo
darle la espalda
porque solo me espera
-por delante blanco,
por detrás negro-
la profunda garganta
del desfiladero.

El pozo

El pozo

Un cubo, una cuerda,
un brocal.
Era solo un niño.
Lancé con fuerza falsa,
robada a la luna llena,
el cubo al agua.
Bueno, al agujero
con forma de boca infecta
que despedía olor a moho,
a vida ilícita,
a subterfugio de existencia.

La luna, tan oronda y repleta,
me asistió para que con mi impulso
aquel cubo chapoteara con el eco
del metal herido.
Me asustó el estruendo
y mi voz se volvió ruido.
Busqué refugio
tras los gruesos muros
de mi antigua casa.
La luna llena ya no me miraba.

Hoy he vuelto a la casa del pozo.
El nivel del agua se ha elevado,
podría mojarme la cara.
Lo normal tras meses de lluvia.
Se han borrado las huellas
de mi paso de niño.
La luna llena ha dejado de esperarme
y yo añoro su desvarío.
Será necesario que me invente un destino
antes de que casa y pozo
desaparezcan con el frío.

Me he asomado, como antes,
a su brocal húmedo,
medio cuerpo fuera
-he crecido-
pero el cubo no está,
se ha desprendido de su cuerda.
Indago en la circularidad
de las aguas quietas, lo busco,
pero no lo consigo.
Ahora escucho, creo, su alarido de metal
¿o es solo el tiempo, su quejido?

El pozo ha desahuciado
a su huésped arrojadizo.
Me he ido antes de que la luna llena
me pida explicaciones.
Ya he dejado de ser niño.

La noche más larga

Van Gogh

Durante la noche más honda,
la postrera, la más larga,
antes de que la navaja
desgarre el cielo
y el horizonte malva
y rojo se derrame,
yo no pronunciaré ni una palabra.
Solo dejaré que mi mente
bosqueje los nombres
que algún día fueron ciertos.

No serán nombres viajeros
llenos de camino,
de polvo,
de miedo
ni frases que penetren la piel.
Serán, durante esa noche interminable,
presencias amasadas con alientos
en espera de su destino,
hermosas, inmaculadas,
como muñecas de porcelana que callan.

Durante la noche más larga,
la que ha de llegar
con la precisión de un escalpelo,
se revelará el secreto.
Una idea sin voz, un atisbo del alma,
la nota aislada de un aroma
y mediará el silencio.
La noche infinita nos rescatará
porque tú y él y yo
somos espíritu,
como las verdaderas palabras,
eternos.

Aletargados

LetargoHay un sonido de refugio
en esta tarde macilenta.
Gris es el metal que
arrojamos al aire
y esquivos son los brazos
que vienen a buscarme.
Fuego y tinta diluidos
en la cansina retahíla
de súplicas y oraciones.
No habrá descanso
ni colofón de ocaso
cuando hoy cierre los postigos
y esconda la cara
entre los bostezos del letargo.

El escriba

escriba03Hoy he visto en la pirámide invertida
la fragilidad del no puedo o no sé.
En su estigma, el precipicio hondo del miedo,
el ardid de arena bajo el ala oscura
contra el pico corvo, contra el ojo turbio.
He visto la pirámide del escriba.
Un ave rayaba el suelo del revés.