Archivo por meses: enero 2024

La cortina

Lo primero que vio, a través de la puerta entreabierta, fueron los pliegues de la cortina, que comenzaron a ondear con una voluptuosa cadencia. La ventana estaba abierta y la brisa de la noche penetraba en el cuarto. Oyó un gimoteo.
Recordaba a la perfección la escena: su madre con los brazos abiertos en cruz sobre la cama; su padre, a horcajadas sobre ella, el camisón blanco empapado en sangre. Veinte años después, noche tras noche, el desorden de las sábanas arrugadas, las almohadas y cojines dispersos por el suelo del dormitorio, regresaban a él. En aquella atmósfera densa, casi irrespirable, el cuchillo se hundió en el cuerpo de su madre nueve veces, uno por cada cumpleaños.
Jamás olvidaría el puño en alto, armado, la sangre que resbalaba desde su hoja y chorreaba entre las manos de su padre. Ni la cara de monstruo cuando su madre dejó de convulsionarse y, al advertir su presencia al otro lado, en la penumbra, fue a por él. Hasta que el ángel del miedo lo conminó a huir. La imagen quedó grabada en su cerebro como una instantánea.
En el centro psiquiátrico un hombre joven permanece a la espera en la sala de visitas. Solo el imperceptible taconeo del pie derecho delata su ansiedad.
El hombre joven se levanta cuando ve llegar a un anciano. El taconeo cesa.
-Padre −siempre comienza igual.
−¿Quién eres? ¿Por qué has venido? −repone el progenitor con un hilo de voz, pero a continuación pierde el interés y su mirada se fija en un punto hipotético, exclusivamente a su alcance.
El anciano se sienta muy despacio con ayuda del celador y posa sus pulcras manos encima de la mesa. El joven las mira y luego con los ojos vidriosos pregunta, como viene haciendo desde hace veinte años:
−¿Por qué, padre?

Dolors Fernández Guerrero

Exabrupto bovino

Mi sueño es el de la plácida res,
−mirada conforme, bovina−
que no conoce el aturdimiento
de los días con sus malditas noches.
Al aire libre pasta,
como animal dócil,
desde el minuto cero de su vida.

Ese es mi verdadero yo,
vaca en un campo de bostas,
que rumia, en un relámpago de lucidez,
que a él, el innombrable Él,
no le importo una mierda.
Dicho lo cual, prácticamente
ya está todo dicho.
Podría dejar de escribir,
y acaso tú de leer,
pero la perseverancia es mi atributo
−consuetudinario, ilógico−
y en honor a este legado
voy de la col al nabo con altivez principesca.
En eso consiste ser una rancia peripatética.

Los argumentos fallan
en mis cuatro estómagos
y la premisa se me sale por el esófago.
El silogismo,
impertérrito,
se desenreda entre mis rizos,
se despereza,
bosteza
y firma con un garabato
irrisorio
su sentencia.

Pertinaz,
como mujer-vaca en sueños,
me acerco y leo
la tan razonada respuesta:
“No le importas una mierda”
y entonces, sin dar crédito,
me persigno, rumio y rezo.

Dolors Fernández Guerrero

Elegía de Penélope

En este cuarto sin nombre
deambulan elefantes violetas
y encantadoras serpientes de cascabel
esperan tu presencia,
y sé que si estuvieras,
sombra de árbol y ceniza,
harías de mi vida un rastrojo
−juguete roto,
muñeca desmembrada,
simple despojo.

Aun así, aquí estoy,
cautiva de tu ausencia,
humillada,
cincelada por la angostura
de un olvido que solo finjo
para que no caigan sobre mí
los cascotes de lo obsceno.

Laten tus ojos en mi oscuridad
y en ellos el dolor del niño,
las ansias entreveradas
que te inflaman como un fénix
despiadado.
Amas el amor de Eros,
al dios de la flecha y el carcaj
que con su capricho
inicia todas las cacerías,
y no hay amada que lo sea
porque tu corazón es un polvorín
de sangre y miedo
que desecha pronto el cuello puro que se ofrenda.

Arrasas la hierba fresca a tu paso
y sacas los corazones con tu cuchillo
como si fueran de manzanas,
podridos.
No te engañes,
la huella de lo que fuimos permanece,
es la savia que nos conforma,
la que se transforma en dragón
y te espolea sedienta, agónica.

Contemplo tu iris en mis noches,
su obsidiana dura, reluciente,
cuando la espera es una herida abierta
y el ferviente estigma de la nada
me halla desvalida, desnuda.
Como un animal me siento
y te siento, ambos sometidos
al látigo que restalla en nuestra piel,
entre ráfagas de deseo y silencios.

Amo el amor que tú desprecias,
aunque jamás quise ser Penélope
ni Circe ni Nausica.
Sé que sabes que lo sé,
que lo intuyes,
que lo ves,
porque eres un ídolo con los pies de barro
y por eso te amo,
pero anticipo el dolor de la muñeca rota,
su abandono
y en su derrota reside mi propio
                                                          absurdo,
                                                                            falso
                                                                                       desdén.

Dolors Fernández Guerrero

El secreto del cuchillo

El secreto mejor guardado
es el que nace muerto,
como un aborto
cometido
una y mil veces.

Clavos en las sienes
y cuchillas en el pecho,
alfileres en las pupilas
y machetes en los dedos.
En los pies tijeras
para despedazar el cuerpo.

Nacer en una cuchillería
y rasgar el aire
es el arte
de vivir sin secretos.

Dolors Fernández Guerrero

A Sus Majestades los Reyes Magos

A Sus Majestades los Reyes Magos
les pido como obsequio un regalo
que llegue con un lazo empaquetado,
entrega a domicilio sin recargo.

A Sus Majestades los Reyes Magos
les pido que de noche llamen quedo
que olviden los rencores y pecados,
piadosos soberanos coronados.

A Sus Majestades Los Reyes Magos
les pido que el amor enamorado
no pase por mi puerta hoy de largo,
que sufro sin un beso de sus labios.

Dolors Fernández Guerrero